sábado, 6 de febrero de 2016

Así fue mi secuestro


Cuando le pedí a Juan que detuviera la marcha del carro, diciendo a gritos que me quería bajar, sentí una sensación casi irreconocible en el estómago... era miedo, y me iba recorriendo todo el cuerpo, al tiempo que una pistola comenzaba a bailar frente a mis ojos, subiendo y bajando en un recorrido aleatorio que iba de apuntar el cristal a apuntarme directamente a la cara. En ese momento, una creciente impotencia comenzó a reclamar espacios en todos mis pensamientos.

No recuerdo haber llorado, tal vez había logrado gritar un par de veces, antes de sentir la fría estructura metálica rozando mi sien... En medio de un momentáneo silencio, escuché que mi teléfono celular sonaba con insistencia... Y comencé a llorar, pensando que seguramente era Rebeca, quien debía estar llamando para preguntar el motivo de mi tardanza...

Volteé a la derecha, y vi cómo comenzaban a alejarse de mi vista casas y letreros que había formado los límites de mis recorridos durante toda mi infancia... 


(Texto inédito de "...Y hoy sonrío". Todos los derechos reservados). 

Reflexiones...

Crecí en un ambiente lleno de todo tipo de manifestaciones de amor, y si bien en mi vida, antes de hoy, hubo episodios de dolores y depresiones, jamás viví en carne propia el sufrimiento –creo, indescriptible, de quien padece violencia a manos de quien ama.

Pero ello no significa que la realidad no golpee mi puerta: las distintas manifestaciones de violencia que sufrimos las mujeres son tan variadas e incluso tan sutiles, que es imposible (casi) no sufrirla.

Ejemplos sobran, y me atrevo a aventurar que cada mujer en este país tiene en su haber, al menos, una experiencia desagradable, producto de los diversos tipos de violencia que podemos padecer: basta atreverse a recorrer una avenida donde transiten hombres y mujeres para ser víctimas del lamentable e inevitable acoso sexual callejero… todas, sin excepción.

La violencia de género mantiene una relación de proporcionalidad con la desigualdad de género: entre mayor resulta ser la desigualdad, los factores que propician la violencia aumentan y se fortalecen. Y eso sucede aquí, y en el mundo entero: las dificultades que enfrentan las mujeres de la República de Gambia, son tristemente semejantes a aquellas con las que lidian las mujeres en Honduras y Ciudad Juárez; la desigualdad evidente que prevalece en algunos puntos de la República de Burundi, no dista mucho de la que viven, día a día, nuestras mujeres en Chiapas… y las afinidades se multiplican, cada una con su distinción particular, pero con muchos puntos comunes.

¿Hasta cuándo viviremos y soportaremos, hombres y mujeres, tanta desigualdad? Quizá hasta que nos demos cuenta que en nuestras manos está la solución para cambiar el escenario: uniendo las manos, y no enfrentándolas, es como podremos construir un mundo diferente…

(Texto inédito de "Desde la esquina". Todos los derechos reservados). 


jueves, 31 de diciembre de 2015


Querido Año Viejo:

Durante la pasada década, he llegado a cada fin de año con una sonrisa en los labios. Hubo años que, aunque llegué (casi literalmente) con el corazón partido, mi ánimo estaba dispuesto para esperar lo mejor del año por comenzar. También hubo años simplemente gloriosos, llenos de amor y buenas noticias, y era, en definitiva, muy fácil desear felicidad a quienes compartían conmigo aquellos momentos de mi vida.
Falta un día para que este año termine, y hoy la sonrisa no acude ligera ni a mi rostro ni al de la mujer que más amo, pero he llegado puntual a despedirte 2015...

Este ciclo que termina se ha llevado consigo el último suspiro del hombre que más he amado y que, incondicionalmente, me amó cada segundo de su vida, un hermoso ser que llenó de alegría y esperanza la existencia de mi madre y la mía. Han sido meses difíciles, aunque llenos de un amor infinito y mucho aprendizaje, y de retos diarios que se han dibujado en el horizonte de cada amanecer, tan llenos de ausencias, tan llenos de vida...
2015, no quiero ser ingrata, pero necesito decirte que te llevaste mi alegría, me llenaste de dudas e inquietudes, de nostalgia e insomnio, de profundas reflexiones y mucha melancolía. Mis manos, antes inquietas ante la pluma y el papel, ahora han estado inmóviles, presas de un pesado letargo del que me obligo a despertar cada mañana para ocuparlas en quehaceres cotidianos, propios de quien atiende a las pequeñas manitas que me aprisionan como si fuera el mayor tesoro de su corta y alegre existencia.
Pero también necesito ser sincera y justa contigo, querido 2015, pues has traído a mi vida el cariño sincero de hermanas y hermanos de vida, que han tenido la delicadeza de tomar mi tristeza entre sus manos, ayudándome no sólo a soportar su peso, sino también a acogerla con cuidado transformándola, lenta y mesuradamente, en una dulce alegría, quieta, callada y constante.
Las mujeres de mi vida, de todas las edades, acortando todas las distancias, han respetado amorosamente mis silencios y constantes olvidos, sosteniendo con sus cariños mis alas rotas y mis palabras cortas. A ellas les debo el más grande agradecimiento, y el humilde homenaje que mi corazón les brinda... Gracias por estar tan presentes, por compartirme su fuerza y alegría; gracias por entender que para mí el invierno comenzó desde abril, y que como es propio de esa época del año, he debido resguardarme muy dentro mío, para buscar ahí el retorno a mi primavera.
2015, me has regalado la mayor prueba de amor, al permitirme sentir el latido de dos corazones entre mis manos: el de mi padre y mi madre al despedirse en ese momento en que sus almas se dieron el último beso en este plano... Y con ello, me has regalado la oportunidad de abrazar con más fuerza y energía a la mujer que me tuvo en sus entrañas, y que cada día me enseña a honrar la vida. Porque, ahora lo tengo más claro que nunca, de eso se trata este viaje: de honrar la vida, honrarla en cada acto, en cada beso, en todas las caricias... Honrarla cuando dejo que me hable el viento, y cuando permito que se afane mi intelecto. Pero, sobre todo, honrarla cuando miro a los ojos de los seres que comparten mi camino, por corto que sea el trayecto, por complicada que resulte la jornada...
Querido Año Viejo, discúlpame, pero no puedo despedirme de ti con una alegre sonrisa. Te ofrezco a cambio el sincero agradecimiento de la mujer que hoy soy gracias a tu partida, ni mejor ni diferente, quizás solamente más completa.

Atentamente,
Leticia del Rocío.


martes, 22 de diciembre de 2015

¿Es suficiente el naranja?

Los eventos relacionados con la conmemoración 2015 del 25 de noviembre han concluido... Pero la campaña para que nos pintemos de naranja continúa. Esta iniciativa plurianual (conocida en redes sociales como #OrangeDay o #DíaNaranja) lanzada por el Secretario General de la ONU en 2008, ha cobrado particular relevancia en los últimos meses. Al menos eso parece indicar la presencia constante de frases alusivas a la iniciativa, que van desde el ¡Píntate de naranja! hasta la completa leyenda: Únete para poner fin a la violencia contra las mujeres. Y se pintan de naranja los perfiles de hombres y mujeres en redes sociales. Y se pinta de naranja la vestimenta del funcionariado público. Y se pintan de naranja carteles e incluso paredes en planteles educativos, oficinas gubernamentales, estudios fotográficos y centros deportivos. Todo se pinta de naranja. Todas vestidas de naranja. Unas y otros a vestirse de naranja. Todo. Menos el entendimiento y conciencia plena de la iniciativa en cuestión.

Ya lo he dicho antes, y no me cansaré de repetirlo: no basta presumir de un color naranja, que en muchos contextos llenos de exhibicionismo y simulación sólo se antoja pálido e insultante, y no nada más porque tanto anaranjado viene acompañado del desconocimiento de la aberrante violencia contra mujeres y niñas que acecha allá por donde se asomen, sino porque también pareciera que el simple uso de este color legitima, en muchos lugares, las constantes violencias que vivimos las mujeres en los espacios públicos. Porque cuestionar las orientaciones sexuales de tus colaboradoras es violencia. Porque hacer comentarios que pretenden ser graciosos, haciendo alusión a la vida sexual de tus colaboras también es violencia. Porque criticar y juzgar a las madres trabajadoras porque amamantan o porque no lo hacen, porque tienen más de un/a hijo/a, porque no han bajado de peso o porque han bajado demasiado, porque trabajan y no se quedan en casa, o porque decidieron dejar de trabajar para quedarse en el hogar… también es violencia. Porque simular que realizas acciones para prevenir la violencia contra mujeres y niñas mientras que como funcionaria o funcionario público ejerces violencia contra las mujeres que trabajan en tu entorno y aquellas con las que coincides a propósito de tus funciones, además de ser un claro ejemplo de violencia institucional, es un evidente ejemplo de que las campañas, al desconocer su origen y alcance esperado, no hacen más que convertirse en un discurso barato, trivial y vacío…

No se trata de pintarnos de naranja hoy y mañana de violeta, para terminar vestidas de blanco o negro, cuando levantamos la mirada y callamos la voz por el enésimo feminicidio cometido frente a las indiferentes miradas de autoridades y sociedad: las mujeres debemos, con urgencia, ocupar más asientos en los espacios públicos, para ahondar en las conciencias de quienes hoy, voluntaria u obligadamente, se visten de naranja el día 25 de cada mes mientras atienden la ventanilla o llenan formatos con nuestros nombres… sin que perciban ni protesten por las violencias que viven en su entorno de trabajo.



miércoles, 25 de noviembre de 2015

Para Iván

Iván:

Tú a mí no me conoces, y seguramente, dada tu forma de pensar y opinar sobre las mujeres, tampoco querrías hacerlo. Y confío en que tengas el ánimo y madurez suficientes para leer todas las líneas que por este medio quiero compartir contigo.

Yo tampoco te conozco. Y hace algún tiempo, al escuchar lo poco que de ti conozco a través de uno de tus videos, no sólo no hubiera estado interesada en conocerte, sino que habría hecho todo lo posible por exhibir tus palabras en todos los medios a mi alcance, a modo de escarnio público; lo que, probablemente, hubiera tenido como resultado una respuesta todavía más agresiva.

No. No me interesa exhibirte negativamente. Al contrario: me interesa conocer más de ti.

Me gustaría saber a qué texto te acercaste para informarte sobre el feminismo, si hubo alguna persona que te orientó en las dudas que surgieron de esa lectura y la forma en que las aclaró. Porque, ciertamente, hay un claro error de interpretación sobre lo que crees que es el feminismo; pero, estoy segura, ese error de interpretación es eso: un error.

¿Por qué estoy tan segura de esto? Porque es imposible que una persona que, como tú, que tiene acceso a tecnologías de la información, no se informe amplia y detalladamente sobre sucesos de la historia tan oscuros, tristes y amargos como lo fue el Holocausto. Sin lugar a dudas, sabes el papel que un personaje como Hitler ha tenido en la historia, responsable del asesinato de millones y millones de personas judías, comunistas, homosexuales, con discapacidad física y mental, polacas, y prisioneras de guerra… Sé que sabes que el nivel de intolerancia y atroz violencia se extendió por muchos países, trastocando la vida de millones de familias que fueron, en el mejor de los casos, desmembradas, pues la gran mayoría fueron exterminadas…

Y esto, Iván, nada tiene qué ver con el feminismo. Nada. Nunca ha estado dentro de los postulados del feminismo exterminar a persona alguna; jamás se ha proclamado el exterminio de una sola persona, mucho menos de una raza. Por eso es que resulta del todo erróneo el término feminazi. Es una palabra que ofende a quienes fueron víctima de una etapa oscura de la historia, y ofende y menosprecia la labor que muchas mujeres feministas realizan, día tras día, por valores que el nazismo despreció: la libertad, la vida, la libre manifestación del amor, los derechos ciudadanos, la diversidad, el cuidado del medio ambiente… Porque todo esto, y más, es por lo que las feministas trabajamos cada día…

Me gustaría saber en qué nivel académico te encuentras… Particularmente, me gustaría saber si tu interés por compartir videos obedece a un hobby o lo consideras como una opción profesional (presente o futura). De cualquier forma, estoy segura que eres consciente de que la información, comentarios y opiniones que compartes en una plataforma como YouTube, tienen un éxito garantizado: más de una persona será alcanzada por tus palabras… lo que significa que más de una persona se contagiará de la violencia verbal que utilizas para referirte a las mujeres, feministas o no, lesbianas o no, gordas o no… Porque la forma en que te expresas de nosotras, las mujeres, hiere, ofende y lastima… ¿Acaso es ese el objetivo final de tu video, Iván? ¿Quieres lastimar y hacer daño? Personalmente, dudo que sea tu objetivo…

Si quieres opinar sobre el feminismo, te invito a la lectura de algunos textos, autoras y varones feministas, datos que con gusto compartiré si manifiestas interés.

No hay opinión más responsable y, por tanto, respetada, que aquella bien informada… ¿no crees?

Te saludo cordialmente:


Leticia del Rocío Hernández