miércoles, 17 de junio de 2009

Homenaje a un minuto de Primavera

El follaje en primavera tiene sabor a aventura, a deseos de sonreír al escuchar el canto de los pájaros. Y si las besa el Sol por la tarde, tienen un sonido lejano que invita a comer las horas sin prisa, a degustar sus colores de uno en uno, con todas sus formas y sabores. Así escucho que me habla esta tarde: sonriente, juguetona, más que nunca alegre.

¿Qué pasaría si camináramos como las hojas y voláramos como nuestros sueños? Y, ¿si los pájaros se afanaran por entregarnos un mensaje todos los días y nosotros, insensatos, sólo nos empeñamos en ignorarlos?

Los minutos de este día han transcurrido en una danza multicolor en sus sonidos: apacibles, ajenos, amigables, algunos de ellos circunspectos; ninguno monótono y aún así, ninguno diferente.

viernes, 12 de junio de 2009

Izquierda no ideológica


Sí, me reconozco como ‘de izquierda’, pero de esa izquierda personal donde no hay Marx ni socialismo, ni colores ni partidos, donde a veces la ideología propia sería tan sólo ir en contra de lo que escucho en los discursos, leo en los acuerdos, reviso en las leyes inoperantes por ser ajenas a una realidad lacerante… que la crisis mundial ha incrementado el número de niños trabajando en las calles; que se va a exigir el cumplimiento o ratificación de tal o cual convenio; que las alianzas serán el detonador de grandes cambios; que la lucha diaria de las instituciones y sus dirigentes son nuestra fortaleza como nación… ¿cuántas décadas se han escuchado las mismas palabras, dichas en diferentes tonos, escuchadas desde diferentes tribunas, enmarcadas por tantos colores?
Claro, somos muchos, demasiados en este espacio que en nuestra diminuta comprensión hemos llamado ‘planeta tierra’… por lo tanto, el esfuerzo de unos cuantos siempre será insuficiente.

Porque estoy convencida que son sólo unos cuantos los que luchan, los que trabajan con ética, los que se comprometen, los que jamás abusan…

Hace tiempo, no sabría decir cuántos años hace ya de eso, a voz en cuello declaraba mi deseo de ‘no-matrimonio’ y ‘no-hijo’, sin mayor argumento que un anquilosado monólogo pseudofeminista; en mi fuero interno, ése que tanto luchaba y lucha por desordenar ideas y darles formas diferentes, estaba convencida de mi argumento real: ¿qué podría ofrecer yo, desde ese cúmulo de errores y defectos que creía ser, a un diminuto ser indefenso que depositaría fe ciega en mí…?

Y así, fueron pasando los años, y con ellos, mis experiencias fueron tomando forma de cicatrices o bien de sonrisas pintadas en mi rostro… Hasta que poco a poco un cambio fue gestándose, emergiendo de mi interior como lava de un volcán dormido; y fue entonces, cuando, al cobijo de ese fuero interno, me cuestioné la verdadera razón por la que decía no a la procreación, pero con ilusión me imaginaba tener entre mis brazos a una niña que buscara una madre a través de la adopción.
Iluminada por la negrura de una noche cualquiera, las respuestas comenzaron a escucharse en mi cabeza: sí, sentía como siento hoy que somos demasiados seres humanos los que ya habitamos el planeta tierra; sentía como siento hoy que hay demasiados niños que buscan y necesitan de un hogar, un cariño; sentía como siento ahora que el mundo y sus circunstancias actuales no sólo no mejorarán, sino que nos harán avanzar en medio de tuercas y vasos rotos, vendidos como proyectos de salud, educación y alimentos… estaba y estoy convencida que la mentira, el engaño, la falsedad y cualquier otra denominación que se le dé a ese lado tan aberrante de la conducta humana, será siempre una constante en la Vida, esa Vida que se agacha de vergüenza al sentirse desnuda ante ojos revueltos con una libido malsana por violarla y no un deseo sincero por gozarla.

Y entonces, ¿por qué o para qué siguen naciendo niños? ¿Para qué traerlos a este terreno donde rara vez se tiene certeza absoluta de lo que se tiene a los pies? Tal vez la respuesta la sentí, quizá la escuché de boca de una mujer sabia… para formar personas que sigan luchando por hacer de éste el lugar que Dios quiere que sea… ¿aunque el esfuerzo resulte o parezca insufienciente? Aunque en un millón de años se reúnan los millones de granos de arena necesarios para ese cambio.

Pero mientras ese momento y tantos otros de mi vida llegan, ¿qué se hace con las mentiras que se madejan en el viento? Nadie tiene respuestas absolutas, la Verdad es inaccesible a nuestra limitada comprensión humana… entonces, ¿por qué nos empeñamos en manejar como ‘la mejor’ cada una de nuestras insensatas teorías? Quizá por no sentirnos solos en la lucha, o en la convivencia, o para justificar el efímero paso de nuestros pies en el camino que elegimos.

Mientras tanto, el segundero ha seguido su curso…

dignidadparallevar@gmail.com

Twitter: @LeticiadelRocio

viernes, 8 de mayo de 2009

Para ti


¿Qué es el hoy, qué significado tiene el mañana… hasta dónde y cuándo nos alcanza nuestro pasado? El significado del tiempo y su impacto en nuestras vidas es muy subjetivo, tan subjetivo como puedan interpretarlos nuestros sentimientos. Sin embargo, su tránsito es impostergable; sus efectos, ineludibles.

En los años de mi primera infancia, cuando no existía en mi razón el concepto mundano del tiempo, cuando el canto de los pájaros y los cambiantes colores de la naturaleza constituían las únicas alarmas a las cuales habría qué prestarle atención, cuando los primeros rayos del Sol que iluminaban las ventanas de la casa me alertaban las aventuras por vivir en el inexplorado mundo de mi imaginación, escuché decir que “en el sur de México, donde la naturaleza bondadosamente se entrega casi en exceso, la gente medita; en el centro, donde el diario vivir obliga al análisis, sus habitantes piensan; y en el norte, punto geográfico de condiciones climáticas más adversas, sus pobladores actúan”.

Cuando mi concepto primario del tiempo se transformó, recordando aquellas palabras no pude más que pensar que los norteños no nos damos el tiempo suficiente para meditar no sólo nuestros actos, sino nuestro pasado, presente y futuro. Hoy entiendo que la frase tiene intrínseco otro significado, pero su efecto fue determinante en su momento… actuar, ese verbo se volvió acción, casi una meta.

Quizá fue esa sencilla disertación lo que generó mi obsesión por el tiempo: los minutos, días, meses y años han sido, sin excepción, mis amigos, mis verdugos, mis críticos y mi esperanza. Y busqué en ella una justificación a mi irrefrenable deseo por cumplir una máxima en mi vida: vivir intensamente cada segundo de nuestra existencia, porque ese segundo podrá siempre ser el último.

Sí, la vida es un suspiro… sigue su rápido curso, indiferente a los términos, inmisericorde con los plazos fijos de las etapas cronológicas del ser humano; pero también es bondadoso con los recuerdos, nos permite acariciarlos cada vez que nuestro corazón lo exige, y se muestra generoso con sus manifestaciones, esas manifestaciones que llegan a nosotros con la variedad de colores de un atardecer, los sonidos que se disminuyen e intensifican en forma continua a nuestro alrededor… en las caritas sonrientes que en un instante pueden tornarse serias y hasta cómplices; el placer único que ofrece ver la danza pausada de las nubes.

El tiempo es amigo de quien busca la felicidad, de quien se entrega sin limitaciones o tacañerías, de quien sabe disfrutar la presencia del ser amado sin atormentarse con su ausencia.

El tiempo es verdugo cuando negamos nuestros sentimientos, cuando no expresamos nuestros buenos deseos, cuando el orgullo vence, cuando la fatiga del alma aniquila nuestros suspiros.

Pero también el tiempo es crítico, crítico y juez de nosotros mismos cuando abandonamos un sueño, cuando ignoramos desafiantes una ilusión… y nunca, estoy segura, deja de ser esperanza; porque en el segundo por llegar está la posibilidad única de renovarnos, de ayudarnos a renacer con la fuerza acumulada por los golpes que nos derribaron, las lágrimas que no escaparon y el llanto que ahogamos. Ahí es donde está nuestra esperanza de encontrarnos a nosotros mismos, de ser no aquello que el mundo espera o desea de nosotros, sino lo que nuestro corazón necesita, aquello que nuestro espíritu reclama.

Ser el arquitecto de nuestro propio destino es lograr una alianza con el tiempo, con nuestro tiempo, con lo que siempre hemos sido… con el ser que nació en nosotros al visitar este espacio.

No sé cuán largo será mi camino; sin embargo, sé que éste será tan alegre como yo quiera, tan pleno como lo propongo, tan fructífero como permitan mi ingenio y mis deseos… y tan valioso, como haga lo posible por vivir mi tiempo.

jueves, 30 de abril de 2009

Conciencia ante la influenza


Conciencia: En psicología, acto psíquico por el que
un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo.
Conocimiento reflexivo de las cosas.[1]

¿Es necesaria una crisis como la que hoy vivimos para decir y escuchar un ‘que Dios te bendiga’, para cuidar de nosotros y de aquellos a quienes amamos, para redimensionar y definir qué es lo que realmente vale para el ser humano?

Tal vez sí es necesario; quizá sí necesitamos una situación compleja, difícil de entender y de aceptar, para voltearnos a ver con los ojos que Dios nos dio al momento de nacer: ojos de amor, y así, estar en posibilidad de ver lo bueno que tenemos cada uno de nosotros en nuestro interior…

Hasta el día de hoy, ya no sólo se nos ha pedido no saludar en la forma en la que estamos acostumbrados, ahora los niños de millones de escuela en el país dejan de asistir a clases ‘cuatro días y pico’ dijo el secretario del ramo; también se nos ha pedido evitar las conglomeraciones, ya no podremos sentarnos a compartir los alimentos con los amigos en un restaurante… se nos ha pedido cambiar nuestra rutina; y, ¿a cuántos de nosotros nos causa molestia el realizar cambios en la rutina? Dicho de mejor manera: ¿por qué estamos apegados a la rutina?

Quizá el apego surge de una conveniente necesidad de esa rutina para sentir seguridad… y en el momento en que nos vemos obligados a soltar esa rutina, nos sentimos inseguros, como niños indefensos ante una situación desconocida.

Sin embargo, las cosas se pueden hacer de manera diferente, se pueden decir en forma diferente: es posible vivir una Vida distinta, y si somos capaces de sacar provecho, un provecho positivo de esta situación de emergencia, quizá es factible vivir una Vida mejor a como estábamos acostumbrados.

Yo no nací en esta ciudad, siempre me he declarado como una orgullosa norteña, oriunda de la ciudad de Durango; sin embargo, esta ciudad, este Distrito Federal que hoy ‘padece’ tantas restricciones, me ha dado cobijo, amistades valiosas, oportunidades únicas… Me parece que ese sentido de agradecimiento profundo es el que motivó el que, hasta hace unas horas, sintiera una mezcla de tristeza y nostalgia, y, porqué no reconocerlo, de incertidumbre al ver mi rutina personal trastocada, así como la rutina de tanta gente a mi alrededor…

Tenemos un Destino, para mí es cierto; Dios nos bendijo con el libre arbitrio, también para mí es cierto. Y hoy, considero que tenemos la opción de encerrarnos en el pesimismo y alimentar lo que pudiera ser una histeria colectiva; o bien, tomar conciencia de nuestros actos, atender las recomendaciones, sí, pero con la esperanza de un futuro próximo bueno, con el ánimo de sacar provecho de esta situación y dar lo mejor de nosotros mismos… Como dijera alguien en un programa de radio, convertir la histeria colectiva en un amor colectivo.

El amor por nuestro prójimo y por nosotros mismos, hará de esta situación una prueba de fuerza y voluntad de la gente que tuvimos la fortuna de nacer en un país tan grande y único como lo es nuestro México. Hay qué caminar con la frente en alto, con la certeza absoluta de que cada día, invariablemente, es una oportunidad invaluable para VIVIR…

Gracias a todos aquellos que luchan día a día, con su trabajo, con una sonrisa, con un mensaje de amor… Que Dios los bendiga.





[1] Diccionario de la Real Academia Española