sábado, 28 de mayo de 2011

Huellas pintadas en el silencio


Una boca amordazada por la impunidad, sueños infantiles enajenados en un abrir y cerrar de ojos por la complicidad de una red que se entreteje en la oscuridad de millonarios intereses... manos diminutas arrebatadas del cuidado y calor de una familia, vidas destruidas por miradas obscenas y fines repugnantes. Sonrisas inocentes forzadas a usar un color carmesí, pies diminutos obligados a calzar sandalias impropias de la edad de quien las usa, cuerpos apremiados a utilizar indumentarias que muestren formas que aún no tienen...

El cuerpo... Lo único que importa a las personas que trafican y explotan laboral y sexualmente a millones de niñas y niños alrededor del mundo, es el cuerpo. Pero el ser humano es un ser integral: el cuerpo, los pensamientos, sentimientos y vivencias de nuestras niñas y niños deben permanecer impolutos, deben ser respetados y cuidados como el mayor tesoro... sin descalabros ni desalientos.

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) señala que ‘la trata y el tráfico de personas son delitos que han incrementado en forma alarmante en los últimos años, debido a las difíciles condiciones de vida en los países menos desarrollados, al endurecimiento de las políticas migratorias en los países industrializados...

En nuestro país, hoy por hoy, las condiciones de vida se han recrudecido en los últimos años para la mayoría de la población. Más allá de lo justificable o no de la cuestionada lucha contra el narcotráfico, es irrefutable que la niñez no sólo es víctima de los sucesos violentos que en muchos casos la deja en orfandad, sino que además, la deja en una situación de vulnerabilidad extrema...condición que es aprovechada no sólo por los narcotraficantes, sino también (y me atrevo a suponer que son los primeros en la lista) de los tratantes de personas. Esta repudiable consecuencia, ¿ha sido considerada por quienes tienen a su cargo la política interior de nuestro país? Permítanme dudarlo.

En la calle, a altas horas de la noche, vemos niñas y niños que son víctimas de explotación laboral y sexual en los cruceros de todas las calles de cualquier ciudad; la infancia huérfana trabaja jornadas extenuantes en lugares y oficios inimaginables...y la infancia que es arrebatada de un hogar, también. Y, ¿qué hacemos, como sociedad, para impedir que esta denigrante situación avance?

Nuestra infancia está expuesta a un peligro constante, palpable y cruelmente existente. Y es nuestra obligación hablar, denunciar lo que evitamos al desviar nuestra mirada...

¿Qué se vive en la soledad de gritos que calla el silencio, en la soledad de llantos que el silencio descobija? ¿Qué se vive en la soledad de días que se alejan sin saber cuánto se prolongan y que arrancan lágrimas a la desesperanza? Ni siquiera soy capaz de imaginarlo, pero segura estoy que esas vivencias son huellas imborrables que laceran la dignidad humana.