domingo, 6 de marzo de 2011

Realidades violentas


“La humanidad no puede liberarse de la violencia

más que por medio de la no violencia”.

Mahatma Gandhi.

Por: Leticia del Rocío Hernández

dignidadparallevar@gmail.com

twitter: @LeticiadelRocio

Iniciado el año de 1996, cargada de esperanzas y una que otra duda, llegué a la ciudad de Saltillo, Coahuila. Ahí habitan muchos de mis mayores ‘quereres’... esa ciudad alberga en sus páginas mis noches insomnes llenas de sueños, algunas desilusiones, muchos anhelos...y tantos, tantos recuerdos.

Ahí obtuve mi primer trabajo, y fue como me declaré enamorada del servicio público. Al poco tiempo, me incorporé a un círculo de amigos y amigas que, al día de hoy, me siento dichosa y orgullosa de poder decir que aún conservo. Cobijada por la quietud de sus calles, en el rincón de un restaurante vegetariano ubicado en la calle de Victoria, fue donde conocí a Simone de Beauvoir... recuerdo el momento exacto en que la frase –y todas sus implicaciones posibles-: ‘no se nace mujer: se llega a serlo’ comenzó a dar vueltas en mi cabeza...

Hoy, con el ánimo estrujado, violentado por una convulsión de emociones que no encuentran cabida ni salida en mi cuerpo, escucho con impotencia las noticias que informan que esa ciudad, conocida como ‘la Atenas de México’, se sacude bajo la amenaza de una violencia sin distingo que, lamentablemente, es característica ya de una gran parte del territorio nacional.

Cierto es que esta situación se vive y se ha vivido con mayor impacto en otras regiones; cierto es que las balaceras son, prácticamente, el pan nuestro de cada día de la realidad mexicana. Sin embargo, con lágrimas en los ojos y la cabeza muy en alto, puedo decir que tantos hechos violentos han sido insuficientes para mermar en forma alguna mi capacidad de asombro; que ninguna noticia ha logrado que mi ser sea insensible a la tragedia... tragedia que, para mí, nunca es ni será ajena. Ciudad Juárez me duele, Reynosa me duele, Monterrey me duele, Saltillo me duele... mi país entero me duele. Y es un dolor que permea cada pensamiento, y que en días de mayor ánimo, logro transmutarlo en palabras de aliento, en escritos que invitan a la reflexión. Hoy me ha resultado, sencillamente, tarea casi imposible.

Este año se celebra el centésimo aniversario del Día Internacional de la Mujer. Son muchas las mujeres mexicanas que merecen un reconocimiento a su labor constante por fomentar la participación de nosotras, sus congéneres, en las esferas políticas y económicas. No obstante, también son muchas las mujeres para las que este significativo 8 de marzo, será como un día cualquiera... Unas se abrazarán al vacío que ha dejado la partida de seres queridos que viven en forma ilegal ‘en el otro lado’; otras llorarán un día más la ausencia del hijo o hija que fue víctima de la violencia; habrá quienes callando abusos y ocultando bajo su rostro las vejaciones de las cuales son objeto, salgan a trabajar jornadas laborales extenuantes (muchas de ellas ilegales), para poder alimentar a quienes dependen económicamente de ellas. Son estas mujeres, de las que desconocemos nombre, origen, ocupación y condición, quienes, para mí, mayor reconocimiento merecen; son ellas las que mantienen los pilares de una sociedad estremecida, las que sostienen una lucha que, para quienes somos ajenas y ajenos a su realidad, pareciera sin sentido... Son ellas la razón de ser y de existir de esta fecha, tan vigente como actual, pues son las mujeres quienes resultan más afectadas en los conflictos.

Quienes hemos tenido opciones y oportunidades diferentes, hombres y mujeres, tenemos una obligación moral ineludible: voltear a ver la realidad que azota nuestra puerta, sin disimulo ni apatía... la sociedad mexicana está compuesta por quienes transitamos libremente por las calles, y por quienes celebran el cumpleaños de sus seres queridos a la luz de un encierro forzado. Es urgente acallar las balas, es urgente arrancar sonrisas...