viernes, 31 de diciembre de 2010


En este lado del mundo, faltan pocas horas para que el 2010 diga adiós, y ese abandono pinta de colores mi existencia.
En este año reí, lloré, bailé, dudé, me decepcioné de mis propias expectativas, temí... en una palabra: viví. Cada segundo de los 365 días que hoy marcan el fin de un ciclo, han dejado en mi vida una huella imposible de borrar.
Hoy sólo puedo decir: gracias... Gracias a Dios por las amistades que siguen a mi lado, las que se fueron, las que nunca fueron tales; gracias a Dios por el amor, la dicha, la tristeza, las sonrisas de los niños y los intrépidos vuelos de los pájaros... sobre todo, gracias a Dios por permitirme ver la sonrisa dibujada en el rostro de mis padres, por su cariño, su presencia... gracias por el milagro de mantenerlos a mi lado.
Cuando el reloj marque el inicio de un nuevo año, y con él, de una nueva época, deseo que la fe se renueve en el corazón de todas las personas que, sin duda, tienen el mejor motivo para celebrar: la Vida.

domingo, 26 de diciembre de 2010

¿Te llamo en cinco minutos?

“Las palabras están llenas de falsedad o de arte;

la mirada es el lenguaje del corazón”. William Shakespeare

“Estoy en una junta… ¿te llamo en cinco minutos?”…Y al otro lado de la línea, la persona podría esperar diez, treinta o sesenta minutos esa llamada, incluso un día entero. Lo mismo sucede cuando escuchamos ‘te busco la semana próxima para comer’; ‘nos ponemos de acuerdo un día de estos para ir al teatro’ o cualquier otro evento sin fecha ni hora determinados.

¿Cuántas ocasiones hemos escuchado frases similares? Todas tan parecidas entre sí, aunque difieran en las palabras utilizadas, comparten un común denominador ambiguo: llevan implícita la promesa de cumplir lo que se dice, pero también un sutil recordatorio de no fiarnos del incierto futuro… No, ¡mentira! No es un sutil recordatorio de lo incierto del futuro, sino del poco valor que se otorga a la palabra dada… Sí, porque en estos tiempos pareciera que la palabra vale menos que nada: con la misma facilidad con que se dice “te llamo en cinco minutos” se dice, siete horas después: “cierto, quedé en llamarte, dime, ¿qué se te ofrecía?”

Parece que ahora es una mala costumbre cumplir lo que se dice, peor aún, resulta de mal gusto exigir que se cumpla lo que, de una u otra forma, nos fue prometido… ¿Por qué no detenernos a analizar las consecuencias que tiene ese actuar tan informal y carente de compromiso? Porque, cuando una persona ofrece llamar en cinco minutos y no cumple, también se ofrecerá a pasar por nuestra casa la próxima semana, sin cumplir, desde luego; y con esa misma alegría casi infantil prometerá aumentar el número de elementos de seguridad en las calles de nuestra colonia, para después asegurar que hará su máximo esfuerzo legislativo por eliminar la tenencia, lo que sin duda tampoco le impedirá repetir, una y otra vez, que no descansará hasta dar con el paradero de todos los delincuentes del país, y hacer que purguen la condena que les corresponda por todos los delitos cometidos… y la lista sigue, y el incumplimiento prevalece.

El argumento que esgrimen en su defensa quienes tienen por costumbre no cumplir lo que prometen, es tan sencillo como endeble: las exigencias del día a día impiden que se cumpla todo aquello que se dice…Y nos hemos acostumbrado a eso: cuando escuchamos a quien tenemos por interlocutor, difícilmente creemos sus palabras pues, complacientes, hemos firmado un acuerdo tácito: ni te creo todo lo que me digas, ni tú cumplirás todo lo que ofreces.

Qué lamentable que no seamos capaces de reconocer nuestras humanas limitaciones y nuestros humanos errores; qué lamentable encontrar tan poca honestidad en nuestros argumentos y, en cambio, escuchar, una y otra vez, promesas poco creíbles… Qué lamentable ser un pueblo acostumbrado a la informalidad y a la falta de verdad, y más lamentable, quizá, que justifiquemos tan graves faltas, ignorando las consecuencias. Porque esas promesas incumplidas, por menores que sean, van escribiendo historia: una historia de mentiras que deambula en nuestras calles, se mete por las rendijas de las ventanas a nuestras casas y lentamente, se convierten en realidades; mentiras, todas reales, que dibujan las paredes de nuestro destino, sostenido en hechos inciertos y palabras sin valor.

Ojalá, poco a poco, rescatemos el coraje y valor necesarios para hacer un ejercicio de honestidad diario, y comenzar a darle la vuelta a ese círculo vicioso en el que cómodamente nos hemos instalado…y seamos capaces de enseñar, con nuestro ejemplo, a nuestras niñas y niños, que es posible construir y vivir en un mundo sin falsedades baratas.

Autora de ‘Dignidad para llevar’

Twitter: @LeticiadelRocio

domingo, 19 de diciembre de 2010

A quien corresponda


« Al río que todo lo arranca todos lo llaman violento,

pero nadie llama violento al lecho que lo oprime. », Bertolt Brecht
(De su poema "Sobre la violencia")

Hoy en día se escuchan y leen, en distintos medios, expresiones de rechazo a la violencia sin precedente que se vive en todo el país. El caso más lamentable de la última semana, para muchas personas, lo es el de la señora Marisela Escobedo. Sin soslayar ni el hecho ni mucho menos las consecuencias de ese repudiable asesinato, considero de suma relevancia voltear los ojos a una realidad todavía más cruda: la violencia acecha en todos lados, y se hace presente en formas quizá insospechadas; y es importante, crucial desde mi punto de vista, asumir la responsabilidad que tanto mujeres como hombres tenemos.

Se ejerce violencia cuando no cedemos el paso al ver la direccional del carro que tenemos al frente; cuando nos burlamos de la falta cometida por una persona a causa de su inexperiencia o desconocimiento sobre un tema; al ignorar a quien tenemos por interlocutor o interlocutora... Se ejerce violencia contra la ciudadanía cuando se informan datos falsos, se niegan derechos sin argumento ni justificación alguna, se deja de ejercer en forma correcta un presupuesto, o cuando se actúa en el colmo de la propetencia, a propósito de un cargo –aún cuando bien sabemos que esos cargos son, sencillamente, pasajeros...

Y la lista es larga, tan larga como las actitudes que cada quien diariamente asume ante la vida y sus circunstancias. No, de ninguna manera exagero: si a Rubí Frayre Escobedo los celos que su pareja sintió no le hubieran quitado la vida, Marisela Escobedo, sin duda alguna, no hubiera exhalado el último suspiro a causa de un balazo.

¿Qué hace falta para que despertemos del letargo en el que nos encontramos? ¿Es que acaso no resulta evidente que la violencia sólo genera más violencia? Más aún, ¿cuántos asesinatos y atropellos más son necesarios para voltear a ver al prójimo justo así, y no como alguien a quien vencer, humillar o maltratar? Con esas conductas, ¿qué es lo que estamos enseñándoles a nuestras niñas y niños? Y, con estas enseñanzas, ¿con qué autoridad moral exigiremos de ellos que sean mujeres y hombres ‘de bien’?

Es nuestra obligación responder a un llamado social que convoca a encontrar, con urgencia, un camino que nos devuelva la esperanza a un país que se desmorona de a poco ante nuestra mirada indiferente; un país que dignamente edificaron nuestros antepasados para que generaciones futuras lo llenaran de gloria... y hoy, tristemente, sólo se llena de sangre.

Ojalá que dentro de algunos años, el año 2010 se recuerde en México como el parteaguas histórico donde cada mexicana y mexicano, decidió hacer a un lado el egoísmo exacerbado que hoy impide que gritemos, lloremos y luchemos con la intensidad con que, hasta el último segundo, Marisela Escobedo lo hizo en búsqueda de la justicia. Descanse en paz.

Autora de ‘Dignidad para llevar’

Twitter: LeticiadelRocio

martes, 14 de diciembre de 2010

De 'nacos' y otras etiquetas...

"Siempre es más valioso tener el respeto
que la admiración de las personas”, Jean-Jaques Rousseau.


Era un día soleado, de esos en los que el sol nos regala una sonrisa en cualquier objeto donde se pose nuestra mirada; yo observaba, atónita, cómo se multiplicaban ante mí los vehículos, es un suceso que sigue sorprendiéndome a pesar de mis años.
En ese estado casi contemplativo, mis dedos jugueteaban con los botones del radio, buscaba algún sonido que endulzara no sólo mis oídos, sino también la larga espera que me estaba garantizada por la marcha que se iniciaba unas cuadras adelante. “…es de nacos, no, ¡naquísimo! –risas”. No, no daba crédito a lo que escuchaba, así que subí el volumen, con la esperanza de escuchar algo como ‘y así se lee en el libro de fulano de tal’. Pero no, la frase se repetía, una y otra vez, intercalada por una descripción de conductas: “Es de nacos si haces tal o cual cosa… si vistes de tal o cual manera… si comes de tal o cual forma…”; una locutora y su equipo de producción de una estación de radio ampliamente conocida en toda la república mexicana daba consejos para identificar a un ‘naco’…
En cuestión de segundos, la demora causada por la marcha número infinito me pareció no sólo nimia, sino totalmente irrelevante; mis emociones divagaban de la sorpresa a la indignación, de la indignación a la preocupación, de la preocupación a la tristeza…
Sí, tristeza. Eso es lo que me dio escuchar a quien tan ligeramente juzga, califica y critica las conductas de las personas sin mayor argumento que su posición social; o, mejor dicho: desde sus circunstancias personales, que de ninguna manera tienen ni deben de ser las circunstancias personales del resto de la sociedad.
Comentarios de este tipo, desde mi personal punto de vista, sólo logran fomentar la discriminación, ese concepto que tanto reprobamos en nuestros vecinos del norte del continente respecto a nuestros paisanos; mismo concepto que, en tierras mexicanas, se diluye imperceptiblemente cuando decimos ‘¡no seas naco!’. Porque nada ni nadie nos ha autorizado a denigrar a las personas que nos rodean con nuestros comentarios ni nuestras conductas; sin embargo, lo hacemos diariamente de manera irreflexiva, y en el colmo de la imprudencia, celebramos esa ‘creatividad’ para hacer bromas a costa del prójimo.
Etiquetas hay muchas, tantas como formas de discriminar al etiquetar… ¿Cuál es el objetivo de seguir etiquetando? ¿Acaso se pretende enaltecer así el rechazo a lo diferente? Siglo veintiuno, y la autenticidad sigue pareciera que no es más que un lujo que cuesta caro…
Días después de este suceso, tuve la oportunidad de visitar otro país…y al escribir estas líneas me pregunto si no habrán pensado de mí que yo era una ‘naca’, pues mi indumentaria poco o nada coincidía con la moda que se veía en las calles… Aunque creo que quizá tenían consideración de mi persona por ser extranjera; y no es que llevara un letrero para identificarme, pero tampoco era tan difícil saberlo: mientras la gran mayoría de las mujeres calzaban sandalias, yo era incapaz de abandonar mis botas norteñas.

Autora de ‘Dignidad para llevar’

Twitter: @LeticiadelRocio

De vialidades, responsabilidad y buenas maneras



"¿No será acaso que esta vida moderna

está teniendo más de moderna que de vida?",

Joaquín Salvador Lavado (Quino) en Mafalda

A la mayoría de las personas que transitamos por las calles de una ciudad tan compleja y versátil como lo es el Distrito Federal, nos enseñaron en nuestra primer infancia que la luz verde de los semáforos indica ‘siga’; que el ámbar el es indicador de ‘prevención’, un aviso de que pronto aparecerá la luz de la restricción: el rojo, que los mexicanos identificamos como ‘alto’.

A mí nunca me enseñaron que estos colores podían ser utilizados a discreción ni por peatones ni conductores, ni que los automovilistas tuvieran la obligación de respetar esa discrecionalidad peatonal ni a la inversa. Pero pareciera que esa laxitud característica de la cotidianeidad, ha llegado para instalarse en el mundo del deber ser. Sí, porque los reglamentos de tránsito son claros; habrá quien los califique de incompletos, o susceptibles de mejoras, pero a final de cuentas, claros. Y a pesar de ello, tanto peatones como conductores estamos acostumbrados a interpretar los deseos de la persona que está del otro lado de la esquina, y que en ocasiones ni siquiera se toma la molestia de voltear a ver qué luz pinta en el semáforo.

Cuando estamos en el papel de conductores, habemos quienes, a pesar del malestar que pueda generarnos el vernos obligados a frenar a pesar de una alegre luz verde a nuestro favor, optamos por detener la marcha y permitir que más de un transeúnte siga su camino a paso decididamente lento. Y el día que jugamos el papel de peatones, en más de una ocasión optamos por detener nuestra caminata ante una vuelta continua que ni nos garantiza el pase del vehículo, ni al vehículo le debiera garantizar esa libre continuidad en la vuelta. Claro, hay quienes, sin miramiento alguno, hacen uso de esa luz verde del semáforo cuando conducen, y al caracterizarse como peatones, lo hacen con una intolerancia tal a eso que antes se llamaba ‘educación vial’ que es francamente imposible negarles el paso…

Pareciera que en los reglamentos de tránsito y en la psique colectiva, existe un decreto: yo soy responsabilidad de los demás. Sí: como conductores, creemos que los peatones e incluso, el resto de los conductores que transitan alrededor nuestro, deben cuidar sus movimientos en función mía (cuántas veces no he escuchado ‘¡pues que se fije!’ cuando he preguntado a más de una persona porqué no le avisó al conductor de atrás de la vuelta a la izquierda); y, como peatones, nos cobijamos detrás de esa condición, aparejándola casi a la minusvalía, para envalentonarnos y exigir que los conductores cuiden de nosotros porque no estamos en igualdad de condiciones. Así, con nuestro infantil actuar, obligamos al mundo a cuidar de nosotros y de nosotras…

Y entonces ¿de qué sirve la mayoría de edad, una edad mínima para trabajar, la libre expresión, el ejercicio de los derechos, la libertad sexual…? ¿A quién están dirigidos todos estos conceptos si en realidad seguimos comportándonos como menores de edad?

No, si somos adult@s y exigimos como adult@s, es nuestro deber comportarnos como adult@s… frente a un volante, o caminando por Paseo de la Reforma.

Autora de ‘Dignidad para llevar’

Twitter: @LeticiadelRocio

jueves, 18 de noviembre de 2010

México, mi país


“Nada es tan peligroso para aprisionar la inteligencia

como aceptar pasivamente las informaciones.” Augusto Cury

En mi país es ilegal tener armas sin permiso; sin embargo, hay ‘días de oferta’, en los que quien haya infringido esa ley, puede canjear esas armas por dinero. En mi país hay leyes que protegen la vida animal y silvestre; lo que desde luego no es impedimento alguno para un maltrato flagrante de animales en corridas de toros (típicas, históricas dirán muchos), o para que talen árboles (también históricos) sin ton ni son, a propósito de nuevas y civilizadas avenidas. En mi país hay leyes que protegen a las niñas y los niños de maltrato y abuso de cualquier tipo; sin que esas mismas leyes u otras impidan que sean víctimas del abuso sutil que se realiza a través de mercadotecnia sexista, o con frases manipuladoras que utilizan no sólo maestras y maestros en las aulas, sino los mismos padres (‘las niñas bonitas no son así de respondonas’, o la más triste de todas: ‘los hombres no lloran’)… En mi país se defiende la libertad de expresión y se promueve con singular alegría la tolerancia; pero cuando una expresa lo que verdaderamente piensa, de inmediato se somete al severo juicio de personas que poco o nada saben de nuestra vida, como si fueran poseedoras de una verdad absoluta. En mi país pareciera que la actividad más común es realizar entrevistas para de ahí generar indicadores de todo tipo: el nivel de educación, de ingreso económico, de aceptación de tal o cual propuesta legislativa…y la lista puede ser no sólo muy larga, sino infinitamente variada; y a pesar de tan singular número de entrevistas y sondeos, nuestro criterio colectivo con ello no se amplía, sino que más bien pareciera que se reduce a pasos agigantados. En mi país hay debates, amplios y muy sonados, respecto a la unión de dos personas del mismo sexo; y una triste ausencia de debates serios sobre políticas educativas que generen no sólo cuantiosas entrevistas en los medios masivos de comunicación, sino propuestas reales que promuevan una reestructura educativa.

Sí, mi país es México; el México de ayer que se asoma en nuestras tradiciones, el México de hoy que requiere de manos unidas para asomarse a un buen futuro… no de manos que solamente señalen errores, aparten, empujen ni engatillen. Crecí creyendo que es muy cómodo, simple y sencillo poner la vista en las deficiencias; pero convencida de que es una labor de mujeres y hombres íntegros el proponer soluciones y promover encuentros a pesar de la diferencia de opiniones. Y hoy, más que nunca, estoy segura que el respeto es la llave mágica que abre puertas y que nos asegura la estancia en esos lugares (reales e imaginarios) donde se nos permite la entrada: respeto a las personas, las ideas, y a cualquier manifestación de vida.

Y hoy, desde esta trinchera, invito a quien me lea: vamos a construir realidades dignas de éste, mi país y tu país… México no merece menos.


Autora de ‘Dignidad para llevar’

Twitter: @LeticiadelRocio

jueves, 23 de septiembre de 2010

Durango, una historia que mi corazón teje a la luz de la madrugada...


Las dos de la mañana. Y en lugar de un silencio que alimente un sueño reparador, se escucha una vocecita, entre mis ojos y los necios rizos de mi frente... Sí, soy yo, que a mí misma me recuerdo parte de mi historia... Fui arrancada, con suavidad y ternura, hace muchos años, de mi ambiente natural... Yo vivía rodeada de madreselvas, de vientos y hojarascas. Tenía por cobija un cielo estrellado, inmenso en su obscuridad... Un cielo que abarcaba todos los sentidos: lo veía de reojo en cada paso perdido, lo olía en lo alto de una roca, lo probaba en cada bocanada de aire que me regalaba el juego y lo escuchaba en el canto impetuoso y a veces impertinente del ave que, con su saludo, abría mis ojos por la mañana... Porque en la mañana la obscuridad seguía ahí, pero ahora vestida de un azul brillante, descaradamente hermoso... Ahí, en mi tierra de ayer y de siempre, enterré cartas secretas debajo de una higuera; cartas dirigidas a un amor plátonico, otras a un amor irreal, ninguna que haya sido escrita a un hombre de carne y hueso... También jugué a ser libre: era poeta, bailarina, pintora, cantante, escritora, pirata, actriz, gimnasta olímpica, odalisca... Diseñadora de barcos que volaban, arquitecta de relojes que nunca avanzaban... Las mil y una historias las dibujé, las viví y las soñé. Porque ahí, en ese mundo mágico que todavía hoy me acompaña, ese universo irreal, anárquico, profuso y difuso, aprendí a amar... Sí, las formas primeras del amor las dibujé ahí, con mis manos. Ahí escribí mis primeras palabras, todas llenas de un amor infantil, puro e infinito... Ahí dibujé las primeras siluetas de mis seres más amados...ahí acaricié mis primeras mascotas, diminutas, aladas y amarillas... ahí trepé mis primeros árboles, ahí atrapé mis primeros y últimos grillos...y ahí aprendí que ellos son libertad... En esa mi tierra, mi origen, mi punto de partida y (Dios quiera) mi punto final, tuve todo, fui todo, y viví todo... El Sol y su grandeza, la Luna y su belleza infinita, la Tierra y su color áspero, la Lluvia y su fuerza, el Fuego y su poder contenido; todos estuvieron ahí, conmigo, en un punto de mi tierra, y siguen aquí, en un rincón de mi corazón.
20 de septiembre de 2010
Twitter @LeticiadelRocio

Septiembre 2010

02 de septiembre de 2010. Son poco más de las ocho de la mañana, mi rutina ha comenzado. Como todos los días, busco entre mis sueños algún mensaje para este día, algún truco que me permita avanzar tres pasos y no uno en mi reconstrucción personal, y como todos los días, me río de este pseudo-fraude que pretendo hacerle a mi propio esfuerzo. También, como todos los días, seguramente olvidé "algo" y sólo me daré cuenta horas después de salir de casa: cambiar de bolsa, agarrar otra libreta, colgarme unos aretes diferentes, guardar el recibo que debo pagar... es tan vasto el universo de posibilidades que hoy, justamente hoy, soy incapaz de darme cuenta qué fue lo que olvidé... hasta que el indicador de batería del celular me grita que está a punto de apagarse. Sí, hoy va transcurriendo 'como todos los días'... Las noticias vienen y van, desfilan por mis oídos con toda su variedad, buenas, malas y otras peores; como todos los días... Sin embargo, en algún momento, el segundero parece detenerse, veo mis manos muy distantes de mis brazos al momento de intentar subir el volumen de la radio para escuchar la noticia... es una sensación tan extraña, casi irreal... La reconozco, en este año la he vivido ya varias veces. Distintos lugares, protagonistas diferentes, mismo triste motivo: una muerte. Ha muerto Germán Dehesa. Otro hombre que yo respetaba y admiraba ha muerto... un hueco más en el mundo de las letras... un moño negro más para nuestro ya de por sí muy enlutado México. Ha dejado de ser 'como todos los días'. Con esta congoja en el corazón continúo con mis deberes, con todas estas palabras que hoy escribo asaltando mi cabeza, sin hallar un sitio dónde refugiarse ni esconderse de mis lágrimas. Porque ahí están, agolpadas unas y otras: lágrimas y palabras agazapadas detrás de un minutero, girando alrededor de un segundero que da vueltas, sin parar, en mi cabeza. Ya pasa de medianoche. 3 de septiembre de 2010. Elijo una ruta que sé que seguro me llenará un poco de alegría: sí, me dirijo a Paseo de la Reforma, para que su historia y luces multimotivos iluminen mi cara... pero hoy, este hoy que viene arrastrando esencias del ayer, tampoco es como todos los días: resulta prácticamente imposible el acceso al Ángel de la Independencia. La razón: sobrecargos de la extinta empresa Mexicana de Aviación, en pleno ejercicio de las garantías individuales consagradas en nuestra Carta Magna, de manera pacífica y respetuosa, se manifiestan sobre Paseo de la Reforma... Sí, de manera pacífica y respetuosa: porque es media noche, no hora pico del tránsito vehicular; porque no pretenden lanzarse a un punto neurálgico y desquiciar así a la ciudad entera a mediodía. El enojo inicial que iba creciendo y manifestándose en mi estómago ante la imposibilidad de avanzar, desaparece ante la visualización que tengo de la primera manta que mis ojos tienen a su alcance, transformando ese enojo en alegría, júbilo, orgullo... y felices, brotaron de mis enrojecidos ojos unas sentidas lágrimas. Y lloro. Lloro porque un hombre valioso ha partido; lloro de agradecimiento por el legado que hombres como él han dejado para nuestro país. Lloro de alegría, porque sé que es posible que la lucha por las que consideramos nuestras causas justas, se realice dentro de un margen de respeto que permita una sana convivencia. Lloro porque México merece un festejo diario; porque sí hay mucho qué celebrar no sólo en un bicentenario; lloro porque muchos tienen definido que un festejo es sinónimo de descanso, porque no somos capaces de festejar dando lo mejor de nosotros mismos... porque día a día se construye el país en que vivimos, y estamos obligados a construirlo con fuerza, coraje y valentía. Lloro porque estoy harta de las mentiras que alegremente se asoman, sin recato, en discursos y comunicados; y lloro porque quien redacta y comunica esas mentiras cree que eso es lo que nos merecemos... Y, finalmente, lloro porque no me queda otra cosa por hacer, porque estoy imposibilitada para escribirlo... Pero hoy escribo... Escribo para no olvidar, escribo para desahogarme... y escribo para hacer, con estas letras, un humilde homenaje a esos hombres y mujeres valiosos que han partido y que, sin embargo, aquí están, entre nosotros, siempre presentes, siempre alentándonos a construir una sociedad digna de nuestro país, un país digno de su gente. Descanse en paz Germán Dehesa...
02 de septiembre de 2010
Twitter: @LeticiadelRocio

Rupturas y comienzos


Está por llegar el día en que ningún cambio haga diferencia, que ninguna sonrisa o palabra subsista en el silencio... estás matando al amor... porque la diferencia cambia, a cada instante... y con eso renace el amor... Todo es posible, cierto... Y una vieja abuela dice que cuando el sentimiento se puede reconocer por su nombre, seguramente podrá ser eterno... Tal vez llegará la hora en que los latidos dejen de escucharse, y en su lugar revienten notas de un lejano piano; un piano que llore y se desgarre con presencias de otros mundos... los mundos que tú y yo construyamos, en un alegre silencio... Y eso sucederá cuando nos llenemos de nuestras voces y ahoguemos nuestros silencios; cuando los besos se den incluso con el pensamiento; cuando las palabras sobren y basten para sentirnos plenos... Cuando un 'te quiero' pese igual que un 'dame tiempo'... Cuando las distancias se hastíen de tanto vernos... Tocará la puerta el momento cumbre: cuando tus ojos y los míos sean capaces de ver en diferentes direcciones, y continuemos mirándonos, el uno al otro, en el mismo camino... y podamos desandar el antiguo sendero, construyendo silentes olas en el tiempo.
02 de septiembre de 2010
Twitter: @LeticiadelRocio

El bolso del corazón


Con infinita curiosidad, un adolescente cuestionó a su abuela qué podría caber en el bolso de una mujer. Con la melancolía pintada en su sonrisa, le dijo: "No sabría decirte con exactitud, los tiempos cambian y con ello las modas, y la moda dicta lo que se lleva en la bolsa. Pero sí sé qué se guarda en el bolso de hombres y mujeres... el bolso sin fin que tiene el corazón de unos y otras... Hay soledades que se llenan de nuestros vacíos, destilando, uno a uno, los sentimientos... Hay sentimientos que persiguen a las palabras, que buscan ser cobijados, bañados con alegres lágrimas... Hay lágrimas que sólo un beso es capaz de detener, y palabras que sólo pueden ser escuchadas en el silencio... Hay sueños que en silencio huyen, y besos agazapados en la soledad de un abrazo fingido... Y sobre todo, hay esperanza sin límite y amor profundo... Aunque creo que ese tesoro infinito sólo lo encuentras hasta que has vaciado el bolso de todo lo anterior..."
17 de agosto de 2010
Fotografía: Juale Solís
Twitter: @LeticiadelRocio

Recuerdos de un cuento


A lo lejos se escuchaban sonidos capaces de recrearse en el recuerdo de nuestra primera infancia; la brisa acentuaba las palabras, y los últimos rayos del Sol jugueteaban en unos dedos diminutos que dibujaban formas imposibles en el viento... Era el atardecer de un martes, era la hora del abrazo, era el mejor momento de cualquier día... Una paciente madre leía, por quinta ocasión en aquella tarde, el cuento favorito de su hijo; y ese hijo, con los oídos de su inagotable imaginación, escuchaba atento un cuento nuevo en cada ocasión. De repente, una palabra se estrelló contra un cristal, claramente sintió cómo cada una de las letras se alejaba, deformando la palabra, para reunirse nuevamente en un santiamén, dando lugar a una palabra a la que no lograba darle significado... Seguían desfilando en el aire viejas conocidas: ladrillo, guisante, camino, chocolate, bruja, globos... Pero la palabra accidentada seguía ahí, esperando ser identificada, utilizada en su infantil lenguaje. No pudo más, a la vuelta del siguiente ‘globo amarillo’ el niño, con angustia reflejada en el rostro y con la inocencia de sus cinco años, preguntó a su madre: ‘¿qué es un reproche?’. La madre calló. El tiempo esperó, junto al niño, la respuesta... y una voz, arrastrando las palabras, contestó: ‘el reproche es un mal recuerdo disfrazado de buena memoria... y que generalmente regresa sólo para causar dolor’. El pequeño, al instante, con una gran sonrisa en los labios, preguntó: ‘¿no hay manera de que se le olvide el camino? ’...
16 de agosto de 2010
Fotografía: Juale Solís
Twitter: @LeticiadelRocio

Veintinueve

Veinticuatro años. En 24 años se forma una vida, se vive otra y se añora una tercera. Y en ese mismo tiempo, cada veintinueve de junio, una niña quiere gritar, correr y esconderse bajo el cobijo de un cielo azul; de un rosal amarillo; de un borrego llamado 'Dumbo'... Cada veintinueve de junio, esa niña recorre con sus ojos las esquinas de ese espacio otrora cálido y que ahora se ha vuelto hostil. Hay dolor; en el lugar o rostro que se pose su mirada, hay dolor, llanto, gritos... no, la niña no quiere estar un segundo más ahí... Ella abre los ojos. Sus manos, piernas, brazos; toda ella ha crecido, dejó de ser esa niña. Y, sin embargo, es la misma... "¿Algún día volveré a verlo?" se pierde esa frase en el eco del tiempo... Sí, hoy sé que sí. Y logro verlo y escucharlo cada vez que cierro los ojos y abro el corazón; ahí está: mi amigo, maestro, guía, compañero, cómplice... el capitán del barco que diariamente zarpaba de las playas de la sala en continua búsqueda de una Moby-Dick diminuta pero poderosa... Hoy, como hace veinticuatro años, esa niña, mi niña, suspira, llora, extraña... pero hoy, ya de noche, es diferente: no hay truenos ni relámpagos en el cielo, tampoco visto ese vestido blanco ni me he quedado a dormir en casa de mi mejor amiga, tomada de su mano, sin ser capaz de llorar ni lograr conciliar el sueño... Y mañana tampoco tocará un mariachi a la orilla de tu tumba... Hoy, veinticuatro años después, agradezco a Dios tu determinante presencia y significativa enseñanza... Hoy, veinticuatro años después, bendigo el honor de haber sido tu hermana...
30 de junio de 2010
Twitter: @LeticiadelRocio

¡Es un honor ser mexicana!

Frente a mis ojos, tengo un país con muchas dudas y profundos cuestionamientos; un pueblo que se acostumbra al miedo y lo viste como segunda piel... Unos ojos que buscan una y otra vez unas letras que dibujen en su rostro una sonrisa, una imagen que motive, una presencia que aliente... En las calles de mi México caminan de la mano la desesperanza, el hartazgo, la desigualdad y la soledad; hombro a hombro se desplazan la ignorancia y el desaliento, la preocupación creciente... y un miedo que se disfraza con muchas caras. En avenidas y parques, oficinas y cafés, iglesias y tiendas de la esquina, se respira intolerancia, impaciencia e indiferencia... Sin embargo, dentro de este paisaje a primera vista desolador, hay sonrisas inocentes que estallan cuando una burbuja de jabón choca y explota en el vidrio de cualquier carro; hay señoras que diariamente preparan una comida de amor para sus críos; hay padres que toman una llamada -en medio de una importante reunión- para escuchar que Juanito acaba de dar su primer paso. Hay una secretaria que genera cambios de los que seguramente en pocas ocasiones es consciente con su sonrisa y esfuerzo constante. Hay ciudadanos honestos, fuertes ante las adversidades y pilares no sólo de sus hogares, sino de comunidades enteras... En cada rincón de nuestro México, hay niños, jóvenes, hombres y mujeres que contribuyen a que se inunde de luz nuestra existencia. Más allá de ideologías políticas, guerras sin razón o con sentido, balas que jamás debieron haberse disparado y discursos que poco o nada resuelven por sí solos, en México, mi país, hay personas que aman, viven y nutren su tierra, su patria; personas que día a día libran batallas constantes contra sus miedos y limitaciones... y salen victoriosos de ellas. México es grande, hermoso, complejo, y sobre todo, diferente a cualquier otro país... es en la diferencia que encuentra su mayor fortaleza: porque los mexicanos somos la exclusiva mezcla de genialidad sin fronteras, de vigor histórico, valentía innata, inteligencia ancestral, solidaridad sin distingo... Es sólo cuestión, creo yo, de recordarlo a cada paso; y con cada paso, seguir escribiendo nuestra historia.
30 de junio de 2010
Twitter: @LeticiadelRocio

El cortejo

El café sabe a pausa, a ese segundo detenido que vibra entre la sonrisa y la carcajada. El mar me sabe a limón: grande jugoso, envolvente. El tiempo... el tiempo me sabe a chocolate, suave, deslizante, escurridizo y, para mí, inevitable. Mis manos... hace mucho no las saborea el papel ni ellas se deleitan con los trazos frenéticos de la escritura. Son amantes que se extrañan con intensidad cuando orgullosamente se abandonan, pero logran reconciliarse en el primer beso, ese pálido esbozo de la primera letra... hoy fue la 'e'; tal vez más tarde el regocijo lo brinde una coqueta consonante.. Y mientras ese momento llega, ¿a dónde se van los pensamientos que no se materializan en esa mágica fusión de tinta y papel? ¿Dónde quedan tantas letras huérfanas, ideas inconclusas y confesiones no confesadas? ¿En qué lugar podré redescubrir los sonidos de palabras que huyeron de mi intención de expresarlas? Me gustaría creer que todo cabe y se mantiene en mi memoria, pero seguramente, en forma intermitente, mi memoria puede ser infiel... Quizá, en un esfuerzo por sobreponerme a mi humana circunstancia, debiera otorgarle y otorgarme un voto de confianza, sentarme en lo alto de mi silencio y recordar... y así rescatar a esos hijos sin nombre que me llaman con desespero.
Leticia del Rocío Hernández Gómez
26 de mayo de 2010
Twitter: @LeticiadelRocio

martes, 6 de abril de 2010

Compartiendo mi soledad

Hay soledades que nos alcanzan. Hay soledades que nos detienen. Otras más, invaden nuestros espacios... y hay soledades que esperan, que buscan, que encuentran. Llegan, o llegas a ese espacio y momento donde siempre han estado. Se anuncian, o te sorprendes anunciando tu llegada. Sonríes, y te devuelven la sonrisa, ahora como lágrima, ahora como susurro del viento. Soledades amigas, soledades hermanas... soledades que cobijan sin reprochar, que alientan sin cuestionar... soledades que regalan ese impulso que necesitas para seguir caminando, con la cabeza muy en alto, en esos momentos en que sientes que el mundo se derrumba a tus pies... soledades que nunca vienen solas, llegan del Cosmos, de lo que para mí es divino y eterno. Y hoy, como nunca antes, me cuestiono... y esas soledades me han dado la respuesta...

sábado, 20 de febrero de 2010

Yo, mujer

Y comencé una nueva historia. Un día abrí los ojos y me encontré, finalmente, conmigo misma. Y me di cuenta que hoy realmente soy, y de la grandeza de permitirme ser… sigo siendo ese proyecto inacabado, con bordes excedentes y aristas sin o con sentido, pero soy; y soy mucho más cada minuto…

Y me di cuenta que me amaba, así, sin más requisitos que ser yo misma. Sí, me amo: amo cada centímetro de mi piel y de mi existencia; cada suspiro, cada idea y cada sentimiento; amo mis ojos y lo que en ellos se guarda; amo mis cabellos y aquello que cubren.

Es que, sencillamente, me siento tan bien en mi piel… Me veo los lunares y no sólo les sonrío, los saludo y pregunto cómo han estado; veo mis incipientes arrugas y me maravillo con sus formas y su discreta manera en que gritan tanto de mi existencia. Me veo a mí con dudas, inquitudes, sueños, sonrisas, desvelos… y me quiero así, y me dan ganas de abrazarme, de felicitarme, de ponerme una estrellita en la frente, de ayudarme a sacudir las dudas y la pereza física y mental sin reprenderme pero sí con energía… Y lo hago.

Y cuando de reojo atizbo el pasado, sonrío; y acaricio lo que fueran mis penas con la tolerancia y la comprensión que he logrado acumular o arrebatar de mis vidas pasadas… quiero y respeto a la Rocío que paralizó su presencia a causa del temor y las dudas; quiero y respeto a la Leticia que decidió hacer de su vida un carnaval, usando y desechando disfraces diarios; quiero y respeto a la Leticia del Rocío que en algún momento, decidió separar en forma aparentemente irreconciliable sus pensamientos de sus emociones, que decidió pelearse consigo misma; quiero y respeto todo lo que fui: a la mujer que se sumergió en el túnel del pasado para lucir un disfraz de niña; a la niña que comenzó por caminar a pasos agigantados para sufrir a destiempo, para amar a destiempo, para llorar y recordar antes de tiempo…

Pero, sobre todo, quiero, amo, respeto y estoy dispuesta a proteger y cuidar a toda costa a la mujer que hoy soy, a mí, a todas esas mujeres que soy cada día, aquella que fui para ser hoy.

martes, 16 de febrero de 2010

Diálogos conmigo misma…

Quiero volar… quisiera que mis palabras me llevaran a los destinos que conozco o que imagino, que mis momentos fueran sólo momentos, trascendentes todos, efímeros en sus colores e intensos en sus sabores. Quisiera, quise como quiero ahora, que mi voz entone notas musicales que sirvan de amable compañía a quienes quieran escaparse de esa soledad forzada que tan bien conozco…

¿Qué cosas nunca te dije? Tantas.

¿Y tendría caso escribirlas ahora? Lo dudo.

¿Es bueno visitar el pasado? Quizá sólo si de regreso, una viene con una sincera sonrisa. Entonces, ¿vale la pena pensar, pensar en ti, en él, en esto, lo otro, aquello…? Sólo si mis letras transmiten alegrías.

¿Lo estoy logrando? Con mucho esfuerzo; entonces, ¡habrá que cambiar de tema! O quizá de pensamiento…

¿Qué pretendo al escribir? Vivir.

¿Sólo vivo si escribo? Entonces, desahogarme.

¿Por qué tan indecisa? No, sólo hago precisiones.

¿Es real el desahogo? Al menos, muy auténtico; por lo tanto, es real para mí.

¿Tú buscas las palabras? Llegan sin previo aviso.

¿Qué tanto de ellas corriges? Menos de lo que mi timidez quisiera.

¿Eres tímida? Sólo cuando soy consciente de ello… tal vez, es una conducta aprendida.

¿Qué esperas del mundo? Sonrisas.

¿Qué estás dispuesta de dar de ti al mundo? Sonrisas.

Entonces, ¿cuál es la ganancia? La vida.

Donde hay llanto, ¿no hay vida? Es otra manifestación.

¿Crees en Dios? Para mí, Es.

¿Existe? Es y Se manifiesta.

¿Eres católica? Aprendí a serlo.

¿Cambiarías de religión? Así visto, no tengo religión alguna.

¿Cómo eres? Soy un ente en reconstrucción.

Y eso, ¿cómo se define? Sigo sin tenerlo claro.

¿Te inquieta? Sí, porque me emociona, me veo y me siento como una mariposa saliendo de un cascarón, lista para emerger de un oceáno para alcanzar un vuelo muy alto.

¿Eres feliz? Como nunca lo había sentido.

¿Lloras? Cada que tengo oportunidad y ganas de hacerlo.

Entonces, ¿eres feliz a pesar del llanto? Mi llanto son gotas de agua, compuestas por un hidrógeno, dos oxígenos y tres átomos de alegría…

lunes, 15 de febrero de 2010

Sinrazón

Palabras. Migraña. Silencio. Flor. Agujetas. Sinceridad. Remordimiento. Colador. Canciones. Viento. Arena en la playa. Luna. Música. Pies. Gatos. Una manera de escribir, otra de sentir... muchas formas de decir las cosas y ninguna para olvidar el sentimiento de rechazo... ¿rechazo a qué? ¿A las circunstancias, a la forma, acaso al fondo...?
Páginas, sueltas y en blanco... Sacudirme. Quiero sacudirme toda, buscarme y después perderme; gatear en los laberintos de una historia que no es mía y que hice propia... cantar canciones que nunca escuché y que recuerdo en el silencio de mis pensamientos... Sacudirme, voltearme, despojarme, preguntarme, alejarme... y después, desaparecer. Así, fundirme en un infinito olvido...

martes, 12 de enero de 2010

¿Será...?

¿Será cierto que cuando termina un amor uno sufre por la ilusión que se va, por todo lo que soñamos y creamos alrededor de esa ilusión? Entonces, para evitar que duela una vez más el corazón, ¿es mejor dejar de tener ilusiones? ¿es más sano evitar arriesgar el corazón en un suspiro y en un beso? ¿Vale la pena?