jueves, 23 de septiembre de 2010

Septiembre 2010

02 de septiembre de 2010. Son poco más de las ocho de la mañana, mi rutina ha comenzado. Como todos los días, busco entre mis sueños algún mensaje para este día, algún truco que me permita avanzar tres pasos y no uno en mi reconstrucción personal, y como todos los días, me río de este pseudo-fraude que pretendo hacerle a mi propio esfuerzo. También, como todos los días, seguramente olvidé "algo" y sólo me daré cuenta horas después de salir de casa: cambiar de bolsa, agarrar otra libreta, colgarme unos aretes diferentes, guardar el recibo que debo pagar... es tan vasto el universo de posibilidades que hoy, justamente hoy, soy incapaz de darme cuenta qué fue lo que olvidé... hasta que el indicador de batería del celular me grita que está a punto de apagarse. Sí, hoy va transcurriendo 'como todos los días'... Las noticias vienen y van, desfilan por mis oídos con toda su variedad, buenas, malas y otras peores; como todos los días... Sin embargo, en algún momento, el segundero parece detenerse, veo mis manos muy distantes de mis brazos al momento de intentar subir el volumen de la radio para escuchar la noticia... es una sensación tan extraña, casi irreal... La reconozco, en este año la he vivido ya varias veces. Distintos lugares, protagonistas diferentes, mismo triste motivo: una muerte. Ha muerto Germán Dehesa. Otro hombre que yo respetaba y admiraba ha muerto... un hueco más en el mundo de las letras... un moño negro más para nuestro ya de por sí muy enlutado México. Ha dejado de ser 'como todos los días'. Con esta congoja en el corazón continúo con mis deberes, con todas estas palabras que hoy escribo asaltando mi cabeza, sin hallar un sitio dónde refugiarse ni esconderse de mis lágrimas. Porque ahí están, agolpadas unas y otras: lágrimas y palabras agazapadas detrás de un minutero, girando alrededor de un segundero que da vueltas, sin parar, en mi cabeza. Ya pasa de medianoche. 3 de septiembre de 2010. Elijo una ruta que sé que seguro me llenará un poco de alegría: sí, me dirijo a Paseo de la Reforma, para que su historia y luces multimotivos iluminen mi cara... pero hoy, este hoy que viene arrastrando esencias del ayer, tampoco es como todos los días: resulta prácticamente imposible el acceso al Ángel de la Independencia. La razón: sobrecargos de la extinta empresa Mexicana de Aviación, en pleno ejercicio de las garantías individuales consagradas en nuestra Carta Magna, de manera pacífica y respetuosa, se manifiestan sobre Paseo de la Reforma... Sí, de manera pacífica y respetuosa: porque es media noche, no hora pico del tránsito vehicular; porque no pretenden lanzarse a un punto neurálgico y desquiciar así a la ciudad entera a mediodía. El enojo inicial que iba creciendo y manifestándose en mi estómago ante la imposibilidad de avanzar, desaparece ante la visualización que tengo de la primera manta que mis ojos tienen a su alcance, transformando ese enojo en alegría, júbilo, orgullo... y felices, brotaron de mis enrojecidos ojos unas sentidas lágrimas. Y lloro. Lloro porque un hombre valioso ha partido; lloro de agradecimiento por el legado que hombres como él han dejado para nuestro país. Lloro de alegría, porque sé que es posible que la lucha por las que consideramos nuestras causas justas, se realice dentro de un margen de respeto que permita una sana convivencia. Lloro porque México merece un festejo diario; porque sí hay mucho qué celebrar no sólo en un bicentenario; lloro porque muchos tienen definido que un festejo es sinónimo de descanso, porque no somos capaces de festejar dando lo mejor de nosotros mismos... porque día a día se construye el país en que vivimos, y estamos obligados a construirlo con fuerza, coraje y valentía. Lloro porque estoy harta de las mentiras que alegremente se asoman, sin recato, en discursos y comunicados; y lloro porque quien redacta y comunica esas mentiras cree que eso es lo que nos merecemos... Y, finalmente, lloro porque no me queda otra cosa por hacer, porque estoy imposibilitada para escribirlo... Pero hoy escribo... Escribo para no olvidar, escribo para desahogarme... y escribo para hacer, con estas letras, un humilde homenaje a esos hombres y mujeres valiosos que han partido y que, sin embargo, aquí están, entre nosotros, siempre presentes, siempre alentándonos a construir una sociedad digna de nuestro país, un país digno de su gente. Descanse en paz Germán Dehesa...
02 de septiembre de 2010
Twitter: @LeticiadelRocio

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