Cuando le pedí a Juan que detuviera la marcha del
carro, diciendo a gritos que me quería bajar, sentí una
sensación casi irreconocible en el estómago... era
miedo, y me iba recorriendo todo el cuerpo, al tiempo
que una pistola comenzaba a bailar frente a mis ojos,
subiendo y bajando en un recorrido aleatorio que iba
de apuntar el cristal a apuntarme directamente a la
cara. En ese momento, una creciente impotencia
comenzó a reclamar espacios en todos mis
pensamientos.
No recuerdo haber llorado, tal vez había logrado gritar un par de veces, antes de sentir la fría estructura metálica rozando mi sien... En medio de un momentáneo silencio, escuché que mi teléfono celular sonaba con insistencia... Y comencé a llorar, pensando que seguramente era Rebeca, quien debía estar llamando para preguntar el motivo de mi tardanza...
Volteé a la derecha, y vi cómo comenzaban a alejarse de mi vista casas y letreros que había formado los límites de mis recorridos durante toda mi infancia...
No recuerdo haber llorado, tal vez había logrado gritar un par de veces, antes de sentir la fría estructura metálica rozando mi sien... En medio de un momentáneo silencio, escuché que mi teléfono celular sonaba con insistencia... Y comencé a llorar, pensando que seguramente era Rebeca, quien debía estar llamando para preguntar el motivo de mi tardanza...
Volteé a la derecha, y vi cómo comenzaban a alejarse de mi vista casas y letreros que había formado los límites de mis recorridos durante toda mi infancia...
(Texto inédito de "...Y hoy sonrío". Todos los derechos reservados).