lunes, 16 de mayo de 2011

Aprendiendo a observar...


Momentos. La vida entera está construida con momentos. Instantes donde todo cambia, evoluciona, se transforma… Hay quien dice que para bien o para mal. A mí me gusta creer que todo cambia para bien. Personalmente creo que lo más importante de esos momentos, es la forma en que se incorporan esas experiencias a nuestra vida.

En esta semana he presenciado muchos momentos, experiencias ajenas que bien pudieron ser propias o al menos bastante cercanas. Situaciones donde los sentimientos afloran y se dispersan, expresándose en una sonrisa, un abrazo, un desánimo absoluto o ira incontenible…

En más de tres ocasiones vi y escuché cómo se desbordó la desesperación de tres automovilistas de ambos géneros, al descender de sus vehículos aún en marcha y con claras intenciones de agredir a quien se había atravesado en su camino. Uno de ellos, al ver que su acto había tenido la única consecuencia de generar un verdadero caos vehicular en el crucero donde se encontraba, comenzó a patear la puerta de su vehículo. Yo estaba esperando la luz verde del semáforo para poder cruzar la calle, y tuve que esperar dos cambios más para poder hacerlo: los carros ni dejaban de avanzar mientras observaban al conductor fuera de sí, pero tampoco tenían el cuidado suficiente para permitir el cruce de personas. Dudo que el desesperado conductor haya tenido la intención de retrasar nuestro camino y segura estoy que su acción tampoco tuvo mayor repercusión en la mujer que inicialmente fue causante de su enojo.

También presencié la mirada de una mujer de edad avanzada, que esbozaba una gran sonrisa al ver que las palomas se acercaban a comer de las migas que minutos antes ella dejara sobre el césped… una mirada llena de amor, de dicha plena; una mirada donde no cabía nada más que los alados seres que la rodeaban. Y pude deleitarme con la sorpresa y alegría que las cuerdas de una guitarra le provocaron a una niña de tres años, quien abría los ojos cada vez más conforme avanzaban las notas, perdiéndose en sus oídos…ahí encontré otra mirada, la misma: una donde se confunden la alegría y la esperanza, la súbita presencia de lo inesperado, todos los amores del pasado y cada uno de los amores del futuro…

Quizá en un esfuerzo por entender la sociedad con la que convivo y así entenderme a mí misma, he decidido abrazar cada uno de esos momentos, hacerlos propios aunque sean ajenos, comprender que el enojo no hace sino entorpecer el camino, y que el amor es capaz de multiplicarse y diversificarse hasta donde lo permita la imaginación. Pero, sobre todo, quiero tener siempre presente que cada persona no es una persona nada más: es un cúmulo de circunstancias personales, familiares y sociales que han condicionado su situación actual; en cada persona se concentran momentos y sentimientos que le revisten de una singularidad muy especial. Una versión única e irrepetible; y con todos y cada uno de sus defectos, una versión respetable…una versión que debemos aprender a respetar.