jueves, 18 de noviembre de 2010

México, mi país


“Nada es tan peligroso para aprisionar la inteligencia

como aceptar pasivamente las informaciones.” Augusto Cury

En mi país es ilegal tener armas sin permiso; sin embargo, hay ‘días de oferta’, en los que quien haya infringido esa ley, puede canjear esas armas por dinero. En mi país hay leyes que protegen la vida animal y silvestre; lo que desde luego no es impedimento alguno para un maltrato flagrante de animales en corridas de toros (típicas, históricas dirán muchos), o para que talen árboles (también históricos) sin ton ni son, a propósito de nuevas y civilizadas avenidas. En mi país hay leyes que protegen a las niñas y los niños de maltrato y abuso de cualquier tipo; sin que esas mismas leyes u otras impidan que sean víctimas del abuso sutil que se realiza a través de mercadotecnia sexista, o con frases manipuladoras que utilizan no sólo maestras y maestros en las aulas, sino los mismos padres (‘las niñas bonitas no son así de respondonas’, o la más triste de todas: ‘los hombres no lloran’)… En mi país se defiende la libertad de expresión y se promueve con singular alegría la tolerancia; pero cuando una expresa lo que verdaderamente piensa, de inmediato se somete al severo juicio de personas que poco o nada saben de nuestra vida, como si fueran poseedoras de una verdad absoluta. En mi país pareciera que la actividad más común es realizar entrevistas para de ahí generar indicadores de todo tipo: el nivel de educación, de ingreso económico, de aceptación de tal o cual propuesta legislativa…y la lista puede ser no sólo muy larga, sino infinitamente variada; y a pesar de tan singular número de entrevistas y sondeos, nuestro criterio colectivo con ello no se amplía, sino que más bien pareciera que se reduce a pasos agigantados. En mi país hay debates, amplios y muy sonados, respecto a la unión de dos personas del mismo sexo; y una triste ausencia de debates serios sobre políticas educativas que generen no sólo cuantiosas entrevistas en los medios masivos de comunicación, sino propuestas reales que promuevan una reestructura educativa.

Sí, mi país es México; el México de ayer que se asoma en nuestras tradiciones, el México de hoy que requiere de manos unidas para asomarse a un buen futuro… no de manos que solamente señalen errores, aparten, empujen ni engatillen. Crecí creyendo que es muy cómodo, simple y sencillo poner la vista en las deficiencias; pero convencida de que es una labor de mujeres y hombres íntegros el proponer soluciones y promover encuentros a pesar de la diferencia de opiniones. Y hoy, más que nunca, estoy segura que el respeto es la llave mágica que abre puertas y que nos asegura la estancia en esos lugares (reales e imaginarios) donde se nos permite la entrada: respeto a las personas, las ideas, y a cualquier manifestación de vida.

Y hoy, desde esta trinchera, invito a quien me lea: vamos a construir realidades dignas de éste, mi país y tu país… México no merece menos.


Autora de ‘Dignidad para llevar’

Twitter: @LeticiadelRocio