viernes, 12 de junio de 2009

Izquierda no ideológica


Sí, me reconozco como ‘de izquierda’, pero de esa izquierda personal donde no hay Marx ni socialismo, ni colores ni partidos, donde a veces la ideología propia sería tan sólo ir en contra de lo que escucho en los discursos, leo en los acuerdos, reviso en las leyes inoperantes por ser ajenas a una realidad lacerante… que la crisis mundial ha incrementado el número de niños trabajando en las calles; que se va a exigir el cumplimiento o ratificación de tal o cual convenio; que las alianzas serán el detonador de grandes cambios; que la lucha diaria de las instituciones y sus dirigentes son nuestra fortaleza como nación… ¿cuántas décadas se han escuchado las mismas palabras, dichas en diferentes tonos, escuchadas desde diferentes tribunas, enmarcadas por tantos colores?
Claro, somos muchos, demasiados en este espacio que en nuestra diminuta comprensión hemos llamado ‘planeta tierra’… por lo tanto, el esfuerzo de unos cuantos siempre será insuficiente.

Porque estoy convencida que son sólo unos cuantos los que luchan, los que trabajan con ética, los que se comprometen, los que jamás abusan…

Hace tiempo, no sabría decir cuántos años hace ya de eso, a voz en cuello declaraba mi deseo de ‘no-matrimonio’ y ‘no-hijo’, sin mayor argumento que un anquilosado monólogo pseudofeminista; en mi fuero interno, ése que tanto luchaba y lucha por desordenar ideas y darles formas diferentes, estaba convencida de mi argumento real: ¿qué podría ofrecer yo, desde ese cúmulo de errores y defectos que creía ser, a un diminuto ser indefenso que depositaría fe ciega en mí…?

Y así, fueron pasando los años, y con ellos, mis experiencias fueron tomando forma de cicatrices o bien de sonrisas pintadas en mi rostro… Hasta que poco a poco un cambio fue gestándose, emergiendo de mi interior como lava de un volcán dormido; y fue entonces, cuando, al cobijo de ese fuero interno, me cuestioné la verdadera razón por la que decía no a la procreación, pero con ilusión me imaginaba tener entre mis brazos a una niña que buscara una madre a través de la adopción.
Iluminada por la negrura de una noche cualquiera, las respuestas comenzaron a escucharse en mi cabeza: sí, sentía como siento hoy que somos demasiados seres humanos los que ya habitamos el planeta tierra; sentía como siento hoy que hay demasiados niños que buscan y necesitan de un hogar, un cariño; sentía como siento ahora que el mundo y sus circunstancias actuales no sólo no mejorarán, sino que nos harán avanzar en medio de tuercas y vasos rotos, vendidos como proyectos de salud, educación y alimentos… estaba y estoy convencida que la mentira, el engaño, la falsedad y cualquier otra denominación que se le dé a ese lado tan aberrante de la conducta humana, será siempre una constante en la Vida, esa Vida que se agacha de vergüenza al sentirse desnuda ante ojos revueltos con una libido malsana por violarla y no un deseo sincero por gozarla.

Y entonces, ¿por qué o para qué siguen naciendo niños? ¿Para qué traerlos a este terreno donde rara vez se tiene certeza absoluta de lo que se tiene a los pies? Tal vez la respuesta la sentí, quizá la escuché de boca de una mujer sabia… para formar personas que sigan luchando por hacer de éste el lugar que Dios quiere que sea… ¿aunque el esfuerzo resulte o parezca insufienciente? Aunque en un millón de años se reúnan los millones de granos de arena necesarios para ese cambio.

Pero mientras ese momento y tantos otros de mi vida llegan, ¿qué se hace con las mentiras que se madejan en el viento? Nadie tiene respuestas absolutas, la Verdad es inaccesible a nuestra limitada comprensión humana… entonces, ¿por qué nos empeñamos en manejar como ‘la mejor’ cada una de nuestras insensatas teorías? Quizá por no sentirnos solos en la lucha, o en la convivencia, o para justificar el efímero paso de nuestros pies en el camino que elegimos.

Mientras tanto, el segundero ha seguido su curso…

dignidadparallevar@gmail.com

Twitter: @LeticiadelRocio