martes, 15 de septiembre de 2015

Un martes sin mes de cualquier año. Segunda Parte.

Te escribí tanto antes de tu partida… Pero, seguramente por cobardía, lo hice en un espacio que, aunque público, estaba segura que tú no lo leerías. Porque no quería sumarle dolores a tus años, ni tristezas anticipadas a todas esas tardes llenas de nostalgia. Pero tenía qué escribir, tenía qué sacar de mis venas lo que sentía, para que el dolor no se apropiara de mis sonrisas, para que el desánimo no reinara por abajo y por encima de mis sábanas. Como lo hice ayer, hace tantos años… como lo hago hoy, que no encuentro ventana, puerta, pared o piso suficiente para derramar mi llanto.
Tu cuerpo exhaló su último suspiro una mañana alegre del mes de abril. Sí, alegre: a través de la ventana se escuchaba el canto de los pájaros, y se perfilaba un azul clarísimo en el cielo… aunque para mí no fuera suficiente la explosión de vida que la Naturaleza regalaba a mi vista, en estricto honor a la verdad hay qué decir que te fuiste despedido por los ecos y colores de primavera.
Y desde aquella mañana, por mucho que haga todo lo que hago, por mucho que crea en todo lo que creo, esta sensación de soledad que me acompaña noche y día me seca la garganta, me ahoga en mis propias lágrimas… Y cada noche, sin falta, recurro a algún recuerdo que me abrace, que me llene de aliento, o quizá tan sólo de un poco de fuerza para amanecer un día más, para levantar nuevamente la cabeza y decir, cuando salude, un buenos días desde la panza, de esos que parece que quieren arrancarle una sonrisa a la vida…
Hoy te escribo, otra vez, para decirte que hoy me han dado ganas de salir corriendo sin rumbo fijo, como si con eso no sólo olvidara que me dueles, sino que también con mi huida se enderezara lo que está chueco y caminara lo que se ha detenido. Pero nada de eso sucederá, y tampoco saldré corriendo, han sido sólo las ganas… que se traducen en estas letras, en este (¿vano?) intento de exorcizar fantasmas, esos que sólo habitan en mi memoria.
No sé si contigo se fue la última persona que se emocionaba hasta las lágrimas con mis palabras, ni tampoco si tu partida marcó el final de la existencia no sólo de mi padre, sino también de la persona que tenía fe, absoluta y amorosa, en la persona que soy, y que sigue construyéndose cada día; lo que sí sé, es que me haces falta, no sólo para ayudarme a levantar de donde sea que esté detenida, sino también para recordarme que esta vida se vive con coraje, se conquista con amor, y se lucha por ella, segundo a segundo, con una sonrisa en el corazón…
Te quiero, siempre…

Publicado por primera vez en Mujeres Construyendo el 15 de Septiembre de 2015.
  

lunes, 14 de septiembre de 2015

Un martes sin mes de cualquier año. Primera Parte.

Me quedé, con los ojos cerrados, frente a una ventana triste y silenciosa, que veía tu temporal partida sin la solidaridad de mi mirada. 

Y es que duele ver tu figura, otrora gallarda y de andar decidido, hoy sigilosa, indecisa, dolorosa... Pero todo es temporal, has dicho, y retomo tus palabras para repetirlas como mantra, hora tras hora, minuto a minuto, mientras espero que el semáforo cambie de color y cuando apresuro el paso para llegar a tiempo a mi cita.  

Volteo la vista al pasado y abrazo un recuerdo; no lo he olvidado, nunca podría... Y cuando mis ojos regresan a mi presente, quisiera decirte a ti que por favor no te vayas, no ahora, ojalá nunca...
Sin embargo, la vida pasa, y se lleva entre sus manos mis sonrisas, las tuyas y las del pequeño ser que habita en el futuro esperando ser llamado; la vida nos arrebata los momentos, pero nos consuela con la idea de que, quizá. mañana habrán de repetirse. 

Y así podría seguir reflexionando, en esta noche cada vez menos larga, sobre las desafiantes maneras que la vida tiene para recordarnos el breve instante que estaremos aquí, una frente al otro, con apenas tiempo suficiente para decirnos, una vez más, un te quiero...


Publicado por primera vez en Mujeres Construyendo el 03 de marzo de 2015.

Un lunes sin mes de cualquier año. Tercera Parte.

Recuerdo los días de sonrisa fácil, simplona; ayeres no muy lejanos en la línea del tiempo pero sí en mi memoria… Y no es que hoy no sea feliz, o que no tenga motivos para serlo, sobre todo cuando un par de manos me han amarrado para siempre a su corazón. Es, sencillamente, que hoy la felicidad no se me desborda sin razón alguna, ni me arrebata suspiros a medio anochecer…  

Quizá cuestiono demasiado, tal vez sea menos tolerante al olvido, a la imposición y al sexismo. O bien puede ser que las noches de insomnio estén comenzando a cobrar una  factura muy alta.
Como sea, me declaro incapaz de voltear la mirada y hacer como que no pasa nada cuando escucho a una mujer que juzga a otra, midiendo sus capacidades en función del largo de su falda; o cuando veo que, al reverso de toallas sanitarias, se manda un mensaje preciso a un número indeterminado de mujeres: “nuestro espacio es realmente nuestro cuando lo decoramos”… Y entonces me pregunto si de acuerdo a esta premisa, debemos decorar el espacio público para considerarlo realmente nuestro

Y con la misma postura (intolerante, dice una mujer que me quiere y a quien quiero, pues, según me recuerda hoy sí y mañana también, “el mundo no va a dejar de funcionar así nomás porque a ti no te gusta”), rechazo esa oleada de mensajes que reconocen la heterosexualidad como la única forma posible de amor, y que con la misma arbitrariedad niegan la existencia de la amistad cariñosa y festiva entre hombres, como si fuese un asunto exclusivo de mujeres (heterosexuales, por supuesto).

Y la lista de sucesos irrelevantes de consecuencias reveladoras puede seguir, molestando mi vena feminista allá por donde vaya; y como Caitlin Moran, creo que al hablar de feminismo lo debemos hacer hablando de todos los temas, alcanzando todas las edades, gustos, profesiones, diversiones… Pero hacerlo nosotras, entre, por y para nosotras… concluido el proceso, incorporemos (o al menos invitemos) a los varones. Que no sean ellos quienes nos indiquen el qué, cómo y cuándo de nuestras agendas, de nuestras necesidades… Porque por algo son nuestras, no de ellos.

Y entonces, me siento al pie de mi ventana, a esperar que aparezca un nuevo cuarto creciente… 


Publicado por primera vez en Mujeres Construyendo el 23 de febrero de 2015.

Un lunes sin mes de cualquier año. Segunda parte.

Y entonces la vida sucede: te arranca lágrimas por razones que duelen sin previo aviso, te nubla la vista y el corazón un suceso que jamás consideraste posible que ocurriera… la respiración se atora entre un “lo siento” y el posible “jamás volveré a escuchar su voz”…

Saber que ella y él llevan, como tú, dolores y abandonos a cuestas no hace más fácil el camino; te anima –quizá, a seguir caminando, a seguir desviando la mirada de aquello que tanto duele para poner, en su lugar, una sonrisa fingida o al menos un gesto auténticamente indescifrable. Porque el dolor no se mide, porque de la soledad que el dolor causa no se escapa… Al menos no a voluntad sin sacar de ahí una que otra experiencia.


Y entonces, llega la calma. Así, inesperada, quieta y callada; te abraza, y en un acogedor silencio, te dice que todo pasa, que ningún dolor permanece y que tampoco ninguna alegría arrasa…

Y después, el silencio…


Publicado por primera vez en Mujeres Construyendo el 09 de febrero de 2015.