“¿Qué es la historia? Una sencilla
fábula
que todos hemos aceptado”.
Napoleón.
A
propósito de la celebración de la Independencia de México, como todos los años,
se levantan muchas voces que enarbolan la bandera del nacionalismo, de la
defensa de la patria y todas las razones políticas que esta frase conlleva.
Pero, en realidad, ¿qué tanto conocemos de nuestra historia, de esa que
aprendimos en libros de texto? Pero, sobre todo, ¿qué tanto sabemos de la
historia que día a día se escribe, desde la frontera norte hasta la frontera
sur de México? ¿Qué tanto nos hemos interesado por conocer de nuestra realidad?
Chimamanda
Ngozi Adichie es una escritora nigeriana, contadora de historias, como ella
misma se define. En una conferencia que impartió en 2009, habló sobre ‘El
peligro de una sola historia’.
En
esa charla, Chimamanda ejemplifica lo vulnerables que somos ante las historias,
particularmente en la infancia, al explicar que su primer acercamiento a la
literatura fue a través de textos ingleses, por lo que los personajes de textos
propios que ella elaboraba con crayolas, eran de piel blanca, ojos azules y
consumidores de frutos que no eran usuales en Nigeria. No fue sino hasta que
tuvo acceso a libros de escritores africanos que se dio cuenta que niñas como
ella, de piel negra, también podían existir en la literatura.
Con
sencillez en los detalles, también habla de Fide, un mayordomo que entró al
servicio en su casa cuando ella tenía alrededor de 8 años. La única información
que le fue proporcionada, es que Fide estaba ahí porque su familia era muy
pobre. Así que el día que conoció, en compañía de su familia, la casa de Fide,
se sorprendió mucho al ver que el resto de la familia de Fide trabajaba elaborando
canastas… Jamás hubiera pensado que la familia de Fide pudiera hacer algo: su
pobreza era la única historia que tenía de él.
La
llegada a Estados Unidos de América significó para Chimamanda no sólo una
oportunidad para continuar sus exitosos estudios, sino también para vivir en
carne propia la experiencia de ser víctima de una única historia. Su compañera
de cuarto se asombró al oír que Chimamanda hablaba inglés a la perfección, no
más que al enterarse que sabía utilizar una estufa… Sin conocerla, sentía una
lástima condescendiente por aquella mujer que provenía de un lugar de hermosos
paisajes y guerras sin fin. Consecuencia natural, dice la contadora de
historias, de narrar una única historia: se muestra a la gente como una sola
cosa, una y otra vez, hasta que se convierte en eso…
La
autora nigeriana confiesa haber tenido una infancia feliz, en el seno de una
amorosa y unida familia; etapa que, sin embargo, también se vio ensombrecida
por la muerte de sus abuelos en un campo de refugiados, el fallecimiento de una
prima por falta de atención médica, y la constante de regímenes militares
represivos. Destacar sólo los aspectos negativos de su historia, señala, sería
simplificar la experiencia.
Cierto
es que ni podemos ni debemos ignorar los hechos violentos de nuestra realidad
social mexicana; de igual forma, es deber irrefutable de la ciudadanía
cuestionar los actos de nuestros gobernantes… Pero, ni todo suceso que ocurre
en nuestro país es injusto, ni todos nuestros gobernantes son corruptos. Quizá
sea momento de equilibrar la historia que día a día escribimos los hombres y
mujeres de este país, y hacer un esfuerzo máximo por contar, también, las
buenas historias… Y contar esas historias es una responsabilidad social,
aprovechar todos los espacios que tenemos disponibles para hacerlo…
En
palabras de Chimamanda Adichie “La historia única crea estereotipos, y el
problema con los estereotipos no es que sean falsos, sino que son incompletos.
Hacen de una sola historia que sea la única historia… La consecuencia de la
historia única, es que roba la dignidad de los pueblos, dificulta el
reconocimiento de nuestra igualdad humana, enfatiza nuestras diferencias en vez
de nuestras similitudes… Las historias importan. Muchas historias importan. Las
historias se han usado para despojar y calumniar, pero también pueden dar poder
y humanizar. Las historias pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero
también pueden reparar la dignidad rota…”
Reparemos
la dignidad de nuestro pueblo. México merece que contemos la otra historia…