"La igualdad de género no se
trata de mujeres,
se trata de balancear la ecuación
entre hombres y mujeres".
Marjory Mumba (Zambia).
Con
la asistencia de más de 170 participantes de 70 países, del 11 al 22 de
noviembre se desarrolla la segunda Academia de Género en el Centro
Internacional de Formación de la Organización Internacional del Trabajo,
dirigida a profesionales del desarrollo de todo el mundo, con el objetivo de
ofrecer un foro para el debate a través de una plataforma que facilita la
revisión crítica de la situación global.
En
apenas 3 días, el panorama que hemos recordado o conocido, según sea el nivel
de experiencia y conocimiento en el tema, parece ser el mismo en,
prácticamente, cualquier lugar: sin distinción del punto geográfico, las
estadísticas que reportan la brecha salarial entre hombres y mujeres provocan
indignación, y qué decir de las cifras y reportes de las experiencias de las
mujeres en la migración o que viven (de manera temporal o permanente) en las
fronteras de sus países. Y así, podemos continuar con un largo etcétera, donde
las variables de acceso a la educación, salud y justicia adquieren dimensiones
familiares: las dificultades que enfrentan las mujeres de la República del
Gambia, son tristemente semejantes a aquellas con las que lidian las mujeres en
Honduras y Ciudad Juárez; la desigualdad evidente que prevalece en algunos
puntos de la República de Burundi, no dista mucho de la que viven, día a día,
nuestras mujeres en Chiapas… y las afinidades se multiplican, cada una con su
distinción particular, pero con muchos puntos comunes.
Y,
avanzando en el análisis que se desarrolla no sólo en las aulas, sino en las
mesas exteriores y jardines, tenemos claro que la desigualdad de género no es
un asunto exclusivo de las
comunidades rurales, y nos sobran ejemplos de lo que se esconde o se exhibe en
las comunidades urbanas: jefes que prohíben a su personal asistir a talleres de
sensibilización en perspectiva de género porque hay cosas mucho más importantes
qué hacer; hombres que, aún viviendo en un país con un índice de violencia
hacia las mujeres que de año en año incrementa, aseguran que ahí ningún
problema de género tienen (“baste con ver la ley”, dicen algunos)… Y entonces, en algún punto del estudio y la
conversación, intramuros el primero, sobre el asfalto la segunda, se llega a la
misma conclusión: Mientras no insistamos en incluir a más hombres en el
análisis de la situación actual de la desigualdad de género que prevalece;
mientras los hombres no asuman la responsabilidad que les corresponde en el
equilibrio que pretende alcanzarse, ninguna ley ni acción afirmativa será
suficiente para balancear esta ecuación...
Y desde Kenia, se escucha una voz: necesitamos
traer aquí a más hombres, necesitamos que participen más hombres en la
construcción de lo que ustedes, mujeres, tienen tan claro… Sí, lo dijo un
hombre. Y como él, afortunadamente, hay al menos uno en cada punto del planeta…
No, ninguna estadística lo confirma: es mi fe la que lo asegura.