lunes, 14 de julio de 2008

Sólo por un momento escucha

Sólo por un momento escucha… ¿qué sonidos hay detrás del silencio? ¿Cuál es la nota que se repite, una y otra vez, en la obscuridad del pensamiento?
Estamos solos, en compañía del Universo; estamos ciegos, inundados de todos los colores que la ciencia no ha descubierto; sordos ante la sinfonía profunda de una música que nadie escucha… o que sólo pocos han logrado escuchar.
Todos somos uno: somos uno con el aire, la lluvia, el fuego, la Tierra, las criaturas todas que habitan en ella… somos uno con nuestro prójimo, el más distante y el más cercano, el más deseable de todos, aquél a quien más reproches y enojos guardamos. Si entendiéramos la vida como una sola manifestación divina, como una sola inigualable voluntad de Dios, tal vez, sólo tal vez, podríamos vivir en armonía…
Pero, atentando contra nuestra naturaleza de hermandad, buscamos razones para ser distintos, para sobresalir entre nuestros iguales. ¿Cuántos racismos no denominados pueden existir? No importa si es en razón del éxito profesional, personal, económico; pero siempre buscamos ser diferentes al otro. Sí, seguramente es uno de los caminos para lograr la individualidad; sin embargo, en esa autodeterminación, olvidamos darnos la mano para seguir avanzando, y lo hacemos caminando sobre los logros, sueños y el “bien estar” de los demás.
El racismo no radica sólo en diferenciarnos y atacarnos en razón de nuestra raza, cultura, religión o ideología política; también es en razón de nuestra educación, las posibilidades económicas, el ambiente, las circunstancias personales, el sexo…
El sufrimiento de una tribu que padece una epidemia; la angustia que vive un sector social por no tener acceso a seguridad social; los sueños rotos de un infante al ser trastocada su inocencia… todo nos afecta, en un momento o en otro, aún cuando jamás conozcamos al jefe de la tribu, a las futuras madres que mueren por no ser atendidas en condiciones de higiene o al niño que es violado a manos de un familiar. Porque todos somos uno.
Quienes tuvimos la fortuna de conocer a nuestros padres, la dicha de gozar de un sustento seguro día tras día, y la oportunidad de elegir una profesión, tenemos una obligación no sólo moral, sino también social. Estamos obligados con el resto de la población, con el mundo entero… es humanamente imposible que luchemos por mejorar las condiciones de vida del entero de la población mundial, pero sí responderemos a ese llamado moral si ayudamos al prójimo más cercano, no importa el punto geográfico que elijamos para tener esa cercanía…
Piénsalo, ¡es posible!

1 comentario:

Unknown dijo...

Jean Paul Sartre, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en el año de 1964. Tajante lo rechazó, cuando sostuvo que la creatividad y la sociedad debían estar ligadas sin pasar por instituciones.

Cada individuo es dueño de su dignidad y cada quien hace con ella lo que quiera. Después de todo, la conciencia, es la diferencia que marca la estatura moral. Lo que yo pienso de mí, será siempre el barro que forme mi escultura. Lo que otros juzguen de mi desempeño, le dará el color. La base la dicto yo. “El hombre está condenado a ser libre” decía Sartre con profunda inteligencia. Practicó el principio, hasta en su vida más íntima al lado de Simone de Beauvoir, con quien llevó una relación física, intelectual, anímica… por cierto, no monógama… Por lo que tuvieron que enfrentar a toda una sociedad que no podía soportar “tanta libertad”. Criticable, pero congruente, Jean Paul Sartre sienta las bases del existencialismo. “La acción es la forma que nos hace responsables”. “La inacción, vista como opción, es igualmente demandante de nuestra plena conciencia”. Si hago, es porque quiero. Si no… también. No nos podemos llamar a sorprendidos cuando emprendemos. Fingir demencia sobre el resultado del curso de mi vida, es tanto como aceptar que ésta, no es gobernada por mi. Lo bueno logrado, es mi orgullo. Lo malo… mi responsabilidad.